El tiempo pasa volando y, a la que quieres darte cuenta, volvemos a la casilla de salida. En este artículo hacemos un repaso de lo que ha dado de sí este año en el blog y repasamos todas las entradas publicadas por si te has perdido alguna. ¡Empecemos!
Empezamos el año con los trucos que presentó Xosé Castro en la edición de 2016 del congreso SELM. Unos ingredientes de éxito para cualquier traductor que se precie. Entre los consejos destacan el hecho de llevar un proceso de producción eficiente, cerciorarse de que recibimos los materiales completos y que dominamos nuestras herramientas de trabajo, entre otros.
Recibimos febrero con una entrevista a varios correctores editoriales que nos hablaron de su trabajo. Para entender mejor su labor, cómo trabajan y qué suelen corregir, no te pierdas esta entrada. Utilísima para aspirantes a correctores y también para traductores que deseen saber quién y cómo corrige sus textos.
Los inicios nunca son fáciles y en esta entrada os hablé de mi experiencia: los miedos, los aciertos y también los fracasos que puede conllevar este trabajo. De lo mas personal que he escrito en el blog. Si quieres saber qué meteduras de pata he tenido durante mi carrera y cómo he conseguido hacerme un hueco en esto, este es vuestro artículo.
Marzo llegó con unos consejillos para ser más productivo. Cada maestrillo tiene su librillo, pero creo que son aplicables a cualquiera, tenga la especialidad que tenga. Así podremos ser más eficientes y sacar más provecho de nuestras horas de trabajo.
Al hilo de la plataforma Hermes para trabajar para Netflix y cómo se vendió en prensa, en esta entrada con clickbait expongo mi opinión y hablo de la concepción (errónea) que tiene la gente sobre la traducción, ya sea audiovisual o de otro tipo. Seguro que encuentras algunos de los típicos tópicos que has oído alguna vez. También se recogen las tarifas de Netflix, entre otra información.
En abril recogimos algunas lecturas más para el traductor, obras útiles para nuestro oficio. Se incluyen libros de consulta sobre falsos amigos y frases hechas, libros para una mejor redacción en español, un estudio sobra la traducción para niños y muchos otros.
Con una anécdota de la película La llegada (Arrival) empezamos un artículo sobre las palabras intraducibles, pero no nos limitamos a la simple colección de expresiones, sino que tratamos las distintas maneras de abordarlas para traducirlas. Así pues, exploramos las estrategias típicas de traducción como el préstamo, el calco, la transposición y la compensación, entre otros.
En mayo llega la entrada más completa del año. ¿Qué errores más frecuentes he observado en los alumnos que he tenido en prácticas y a lo largo de toda mi carrera? En este artículo vemos las distintas categorías de error con ejemplos prácticos y vemos cómo solucionarlos. Ideal para principiantes… y no tanto.
Un artículo con las dos presentaciones que tuvieron lugar en febrero de este año en la universidad Pompeu Fabra con Begoña Ballester Olmos, de BBO, que habló de doblaje y servidora, sobre subtitulación. Si quieres saber qué temas tratamos, vernos en directo y descubrir mi presentación, aquí lo encontrarás todo.
En julio Carlos Fortea fue entrevistado en la radio para hablar del Informe del valor económico de la traducción editorial y nos hicimos eco de su entrevista, que transcribimos en su totalidad. Condiciones, tarifas y contratos tipo fueron algunas de las cuestiones que se trataron.
Agosto suele ser un mes flojillo, pero eso no quiere decir que sea necesariamente menos productivo. En esta entrada hablamos de las cosas que podemos hacer durante este mes y también en los periodos de menos trabajo.
Aprovechando varios encargos de posedición de subtítulos, en este artículo de septiembre se abordan los problemas habituales que nos encontramos al revisar (y a veces retraducir) el texto de un traductor automático. Además, se ilustra con ejemplos reales de estos encargos y se añaden las versiones más correctas.
En 2016 tuve la oportunidad de hablar sobre la importancia de la traducción en una jornada sobre comunicación social en San Sebastián. En este artículo recojo la presentación en vídeo y en PDF para que descubráis las múltiples facetas de la traducción y su importancia en el día a día.
La última entrada del año, aprovechando que llegan las fiestas navideñas y los regalos, va sobre tres libros útiles, sobre todo, para los traductores que empiezan su andadura profesional. Los mejores regalos para un traductor e intérprete.
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¿Qué nos depara 2018? Hablaremos de los trabajos de fin de grado, de los juegos de palabras, seguiremos tratando cuestiones de corrección, abordaremos otros aspectos de la traducción editorial y muchas cosas más. ¿Te gustaría leer sobre algo en particular? Déjalo en comentarios y podemos incluirlo este año.
Como siempre, ¡gracias por leer y feliz entrada de año!
En los últimos días, en el sector de la traducción hemos vivido un gran revuelo a causa de la nueva web que ha publicado la concejalía de Turismo de Santander coincidiendo con FITUR. Lo anunciaron en Twitter llenos de orgullo, destacando que se tradujo a siete idiomas y deseando que todo el mundo quedara tan satisfecho como ellos. Los comentarios no se hicieron esperar, aunque es de suponer que no los que ellos esperaban:
«Menuda vergüenza de textos traducidos… ¡No hay por dónde cogerlos en ningún idioma! ¿Habéis usado Google Translate? ¿En serio habéis gastado dinero en esa chapuza, porque no tiene otro nombre?»
«La versión alemana de vuestra web no se entiende y parece un festival del humor […]».
«La lista es inagotable, un disparate tras otro […]».
«La traducción al italiano da lástima… no creo que consigáis muchos turistas […]».
Captura de pantalla de la web con el famoso «Loot Center»
Al revisar los textos traducidos, además de no tener sentido, se aprecia claramente que todos han sido traducidos desde el inglés, que es, a su vez, una mala traducción automática del español.
Esto, para los traductores, por desgracia, no es nuevo, sobre todo para los que trabajamos en traducción especializada en turismo y gastronomía. Es muy habitual encontrar webs con traducciones que son, claramente, fruto de un programa de traducción automática o del trabajo de alguien que sabe inglés, pero no es traductor y no sabe cómo afrontar una tarea así.
Dejando a un lado las burlas, los chistes, las críticas y las quejas que suelen recibir las empresas en estos casos, muchos se preguntan cómo es posible que no se pague a un traductor para traducir el contenido como es debido.
La respuesta a esta pregunta es muy sencilla: porque no se tiene en cuenta el trabajo de traducción al elaborar el presupuesto ni al calcular los plazos. Se entiende como algo fácil que cualquiera puede hacer en un momento. Así que se calcula cuánto costará el inmueble donde abrir el restaurante, hotel o negocio en cuestión, el mobiliario, la maquinaria, la web (dominio, diseño, fotografías…) y, sí, es posible que se piense en la traducción, pero suele ser algo que se piensa resolver sobre la marcha. «Ya lo haremos… ya lo iremos viendo».
¿Qué sucede cuando el negocio ya está listo y la web finalizada? Pues que se quiere abrir y publicar al momento, porque ya está «todo listo». Entonces, es cuando se piensa en la traducción y se pide un presupuesto. «¡Carísimo! ¿Cómo es posible?», se pregunta el empresario. En realidad, no lo es, pero al empresario se lo parece por estas tres razones:
De entrada, en el presupuesto de la empresa no hay una partida asignada al trabajo de traducción; por lo tanto, si no hay dinero, va a parecer caro, cueste lo que cueste.
La traducción gastronómica y turística, al contrario de lo que creen algunos ajenos al sector, es muy compleja, requiere que el traductor tenga conocimientos muy especializados, conozca muy bien ambas culturas y por eso escasean los profesionales especializados. En resumen: es una especialización elaborada y costosa.
Los encargos, como decía antes, suelen llegar a última hora y con plazos de entrega ajustados o muy difíciles de cumplir. Son los recargos por urgencia los que encarecen el precio final.
El empresario, airado, lo rechaza y busca opciones más baratas: pedir que lo traduzca un conocido o empleado que habla inglés o recurre a un traductor automático gratuito de los que pueden encontrarse en internet.
Sin embargo, como ya he indicado, se trata de textos que requieren de una gran especialización: hay falta de equivalencias, falsos amigos, neologismos, culturemas, lenguaje especializado, interpretaciones personales del empresario o del chef y otros muchos factores que convierten este tipo de traducción en un trabajo laborioso y complejo. Si esto es así para un traductor con experiencia y especializado, ¿cómo podemos esperar que una máquina o alguien lego en la materia pueda hacerlo medianamente bien?
Y no, no lo hacen bien. Al final, se obtiene una traducción literal, sin sentido en el otro idioma, calcos, falsos amigos y conceptos substituidos por otros que más o menos se parecen, pero no son intercambiables. Con suerte, el cliente extranjero puede que se ría al leer el contenido que tiene ante sus ojos.
Sin embargo, el resultado es que se transmite al cliente una sensación de dejadez, de hacer las cosas de cualquier manera, y esto causa rechazo, desconfianza, quejas y reclamaciones. El empresario pone en peligro la imagen de su producto, servicio o negocio.
Si no se remedia y la mala imagen persiste en el tiempo, acabará afectando al prestigio y al nivel de ingreso del negocio. Un coste muy alto para muchas empresas que, por no haber previsto en el presupuesto el trabajo y tiempo de un traductor especializado, ven cómo esa mala traducción afecta al resto de la inversión.
Que una mala traducción no afecte a tu negocio: contrata profesionales
Pero el presupuesto y los plazos no son el único problema. Muchas empresas del sector, al estar centradas en el turismo, quieren sus páginas traducidas a muchos idiomas: ¡cuantos más, mejor! No obstante, si la traducción a un idioma ya parece cara al cliente desinformado, ¡traducir a seis o siete idiomas, más aún! Si alguno de ellos es uno de esos idiomas que consideramos «exótico», le podría parecer exorbitante.
De nuevo, para cubrir tanto idioma al menor coste posible se hace uso de traductores automáticos (sobre todo con los idiomas exóticos). «Total, con que se entienda…». Sin embargo, no es tan sencillo. No solo se tienen que entender las palabras, ni basta con que gramaticalmente el texto sea correcto (algo en lo que fallan estrepitosamente los traductores automáticos). No. Tiene que tener sentido y tiene que trasladar y adaptar conceptos propios de una cultura a la otra, e incluso introducir explicaciones y conceptos que no están en el texto original y son necesarios para la comprensión del lector foráneo.
En inglés, historical se entiende; helmet (‘casco para proteger la cabeza’), también. Si juntas ambas palabras, no tienen sentido, y menos aún si se pretende que un angloparlante entienda historical helmet como ‘casco antiguo/histórico’ de una ciudad (Old Town, en inglés).
En estos casos es más recomendable no querer abarcar demasiado y publicar una web bien traducida a uno o dos idiomas, si el presupuesto no da para más, en lugar de una web traducida a muchos idiomas, pero mal. Además, las traducciones que ahora no se puedan hacer por falta de presupuesto o tiempo se pueden dejar para más adelante. Es más, lo aconsejable en turismo y gastronomía es traducir al principio solo al inglés y, en el futuro, dependiendo del volumen de clientes por nacionalidad, traducir a sus correspondientes idiomas.
Por último, otro problema que se comete a menudo al trabajar con traductores: muchas empresas delegan la traducción en lugar de trabajar en equipo con el traductor. La idea de cooperar con el traductor puede parecer un poco absurdo, pero no lo es. A menudo hay conceptos (platos, por ejemplo) que varían según quién los prepare, o son interpretaciones propias del empresario o del chef, o no existen en la cultura de llegada.
Por poner un ejemplo muy simple relacionado con la gastronomía: no es lo mismo que el salmón se sirva acompañado de espinacas (un producto al lado del otro) que sobre un lecho de espinacas (el salmón está encima de las espinacas, los jugos de ambos productos se mezclan y el sabor final cambia). Sin una foto o una descripción es posible que la traducción no transmita al 100 % lo que se presenta en el plato. Por no hablar de las traducciones horrorosas en las que poco se corresponde con la realidad.
Ahora, imaginemos este problema con platos más complejos o que no existen en el otro idioma. La complejidad es aún mayor. Por eso, no es recomendable que el traductor trabaje sin ningún tipo de documentación gráfica, descripción o acceso a alguien para resolver dudas.
No podemos traducir bien lo que no vemos; en el caso de la gastronomía es esencial
Seguro que a estas alturas del texto muchos se preguntarán cuál es entonces la mejor forma de trabajar con un traductor. De nuevo, la respuesta es bien sencilla: cooperando desde el primer momento. Al elaborar un presupuesto y planificar un nuevo negocio, es bueno reunirse con el traductor, explicarle en qué consiste el proyecto, qué tipo de textos se van a publicar, qué estilo se desea y, si fuera posible, aportar muestras. De este modo, el traductor puede ofrecer una orientación del precio y de lo que se tardaría más o menos en tenerlo todo listo (siempre a confirmar una vez se tiene el material definitivo).
A medida que se avanza en el negocio (se hacen obras en el local, se contrata el personal, se negocia con proveedores…) se puede aprovechar para avanzar también en el trabajo de traducción: acordar normas de estilo, idiomas a los que traducir, formar un equipo de traductores, hacer pruebas o elaborar un glosario.
Una vez llega la fase de traducción, además del texto, lo ideal sería aportar toda la documentación posible (fotos, descripciones, referencias, etc.) y acceso a alguien de la empresa que pueda aclarar dudas o confirmar conceptos al traductor.
Por último, una vez se ha traducido todo el contenido, es aconsejable hacer una revisión conjunta que servirá para acabar de definir detalles y para asegurarse de que todo funciona correctamente.
El trabajo en equipo es lo mejor para traducir este tipo de textos
No olvidemos que las empresas del sector turístico y gastronómico renuevan sus contenidos constantemente; esta forma de trabajar, aunque parece una locura, en realidad es la más beneficiosa para ambas partes. Al principio supone mucho trabajo, sobre todo para el traductor, que dedica mucho tiempo a reuniones, llamadas y tareas previas; pero una vez pasan las primeras traducciones, el trabajo se vuelve fluido y la calidad de los contenidos es infinitamente mejor, lo que beneficia enormemente a la imagen del negocio.
A priori, a aquellos empresarios que no entienden la traducción como una inversión, esta forma de trabajar puede parecerles cara y laboriosa, pero, como ya hemos visto, una mala traducción puede salir mucho más cara y afectar negativamente a todo lo labrado hasta el momento. Sin embargo, trabajar con un profesional desde el principio es una apuesta segura para el negocio y su imagen final, y eso, a largo plazo, no tiene precio.
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Rosa Llopis es traductora e intérprete especializada en gastronomía, prensa y turismo. Además, ha sido intérprete en Le Cordon Bleu. Podéis seguirla también en twitter.
La traducción jurada llega al blog. Como no es un tema muy habitual por estos lares, los amigos deOkodia-Grupo traductornos dan una pincelada, acompañada de unos recursos la mar de apañados, para desempeñar esta labor. Como siempre, no dudéis en opinar o dejar vuestros recursos de cabecera en los comentarios.
Un traductor jurado –que no jurídico– es un profesional muy preparado, pero eso no quita que necesite consultar distintas fuentes y echar mano de varios recursos interesantes como cualquier traductor hijo de vecino. ¿Cuáles son esos recursos web que pueden interesar a un traductor jurado para firmar y sellar traducciones juradas de auténtica calidad? Esa es la gran pregunta que nos hemos planteado y que intentamos responder brevemente en el artículo de hoy. A ver qué os parece nuestra selección.
Recursos web para traductores jurados:las asociaciones
Da igual que estés especializado en hacertraducciones juradas en Barcelona, en Madrid o en La Pola de Gordón. Un traductor jurado realmente profesional siempre necesitará estar al día de las novedades de su actividad profesional, de las nuevas publicaciones, de las herramientas online, de las publicaciones digitales, de lo que opinan sus colegas de profesión… Un excelente atajo para estar al día es pertenecer a una o varias asociaciones de traductores jurados. Algunos buenos ejemplos:
EULITA: European Legal Interpreters and Translators Association. http://eulita.eu/
APTIJ: Asociación Profesional de Traductores e Intérpretes Judiciales y Jurados. http://www.aptij.es
ATIJC: Associació de Traductors i Intèrprets Jurats de Catalunya. http://www.atijc.com/
Recursos web para traductores jurados:los diccionarios jurídicos
Como bien sabéis, la mayoría de lastraducciones oficialesmanejan un vocabulario o argot profesional bastante complejo, un vocabulario que no cambia mucho… pero cambia. Así, un traductor jurado que se precie debe conocer aquellos diccionarios jurídicos que le ayuden a bordar sus proyectos. Algunos ejemplos de estas clásicas herramientas para el traductor llamadas diccionarios y que año tras año siguen siendo perfectas para revisar nuestras traducciones juradas:
Recursos web para traductores jurados:las revistas especializadas
Una excelente forma de mantener entrenada la mente y la destreza de un traductor jurado es practicar el vocabulario leyendo artículos y noticias de derecho. Antes, el traductor tenía que reservar algún día al mes para ir a la biblioteca, pero como los tiempos han cambiado, ahora se puede acceder a cientos de revistas especializadas online sin moverse del sillón. Algunos buenos ejemplos:
Asociaciones, diccionarios jurídicos y revistas especializadas son tres grandes grupos de recursos web interesantes para un traductor jurado que quiera seguir firmando traducciones juradas de calidad. ¿Quieres añadir algún recurso más? ¡Hazlo!
La relación entre el traductor y el editor puede parecer más compleja de lo que parece. Por eso, este año para el Día del Libro me he propuesto ahondar en este binomio, en qué espera el uno del otro y cómo ganarnos al editor.
EDITOR BUSCA TRADUCTOR
Carlos Fortea, actual presidente de ACE Traductores, a quien tuve el placer de conocer hace un par de años en la jornada sobre traducción editorial de la Universidad de Málaga, explicó esta relación paso a paso en la presentación que hizo precisamente en aquella ocasión. [Mis comentarios van entre corchetes]
El traductor entrega en la fecha [o en caso contrario, si una vez empezado vemos que cumplir el plazo es difícil, avisamos con antelación porque la editorial tiene sus plazos y tenga una fecha en concreto para enviar la obra a imprenta, por ejemplo].
El editor acepta la traducción.
Correcciones y propuestas de cambios. Envío de pruebas al traductor [aunque no suele ser frecuente por mucho que se incluya en el contrato].
Pago de la traducción en el plazo acordado en el contrato.
El editor envía ejemplares justificativos y certificado tirada [esto último tampoco se cumple al 100 %. Es importante que estemos nosotros al quite y lo pidamos si no recibimos información al respecto].
La relación del traductor y el editor se mantiene durante la vigencia del contrato (máximo de 15 años, según ley): liquidaciones anuales, cesiones, otras formas de explotación.
Pero antes de establecer esta relación falta lo esencial, ¿no? Conseguirla.
EMPEZAR A TRABAJAR. ¿Cómo encontramos a las editoriales que nos interesan?
Seguro que conocemos a las más grandes, pero hay editoriales más pequeñas que vale la pena descubrir y para eso tenemos varias vías. Sin movernos de casa podemos consultar portales como escritores.org o ediciona.com, que tiene una extensa base de editores por temáticas. También vale la pena echarle un vistazo a la Base de datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Otro recurso es acercarte a la biblioteca o a una librería y consultar las obras de la temática que te interesa en un principio. Como ya sabrás, en las primeras páginas suele constar la información básica de la editorial junto con correo electrónico o su dirección postal.
Una vez localizada conviene explorar su página web para empaparnos de las colecciones que editan, las temáticas, los autores a los que han publicado, etc. Y también para tratar de encontrar el responsable del departamento de traducción o edición. Si este no constara, siempre se puede hacer una búsqueda por LinkedIn. El objetivo es llegar hasta la persona responsable porque si enviamos un correo a una dirección genérica, hay menos oportunidades de que llegue a quien tiene que llegar.
¿Qué envío y cómo?
Personalmente no me limito al correo electrónico y también envío carta postal. Adjunto siempre el currículum centrado en la traducción literaria (sin incluir los meses de verano que pasé trabajando en el aeropuerto, ya me entendéis) en la que hago constar las lenguas de trabajo, mi experiencia con editoriales y los seminarios y cursos realizados con esa especialización en mente. También envío un documento con el listado actualizado de obras traducidas hasta el momento con todos los datos pertinentes: autor, editorial, año, ISBN.
Si es por correo electrónico, redacto un mensaje escueto pero completo centrándome en la temática de la editorial o la colección que me interesa. Hay que demostrar interés en la editorial; al fin y al cabo a todos nos gusta sentirnos especiales.
Si es una carta de presentación —en el caso de enviar los datos por correo postal—, más de lo mismo, pero un poco más extensa y tratando de suscitar interés. Lo cuento muchas veces, pero una editorial se fijó en mí porque esa carta de presentación estaba escrita como si fuera un cuento.
Durante este proceso me voy creando una base de datos con los correos que envío, a quién, cuándo y por qué medio. Así tengo constancia de las respuestas recibidas y los recordatorios que puedo hacer si no contestan a los X días. Hay que llevar un control de los pasos que vamos dando.
¿Y si propongo la traducción de un libro?
En algunas facultades se recomienda contactar con las editoriales proponiendo la traducción de un libro para generar una necesidad, por decirlo de algún modo. Si bien es cierto que puede ser una buena idea, sobre todo si es una novela que nos apasiona personalmente, hay que llevar cuidado porque se debe invertir bastante tiempo (y el tiempo es oro para todos).
Primero, hay que averiguar si está traducida o no o si se han adquirido ya los derechos, cosa que es difícil de saber a no ser que contactemos directamente con el autor o su agente, que es otra manera. Actualmente hay muchos autores se autopublican y suelen ser bastante accesibles. La mayoría suele manifestar interés en que se traduzca su obra sobre todo si, como traductores, accedemos a hacer las veces de agente o intermediario (caso verídico), entendiendo como tal el contacto con las editoriales españolas por nuestra parte.
Luego, el editor tiene que estar receptivo y dispuesto a pagar los derechos para publicar la traducción. Sin embargo, antes querrá saber de qué va la novela y qué viabilidad tiene, y aquí es donde entran los informes de lectura. Si queremos acceder por la vía de la recomendación de una novela, hagámoslo bien: no nos limitemos a proponer el libro sin más, enviemos un informe de lectura que contenga la información esencial:
Datos de la obra: título, género, páginas, lector, etc.
Aspectos literarios: sinopsis, trama, estructura, tiempo narrativo, temática, narrador, personajes, diálogos, etc.
Aspectos lingüísticos: construcciones, lenguaje, estilo, ortografía y sintaxis, etc.
Valoraciones y recomendaciones: calificación literaria y comercial.
Y para hacerlo ya más completo, podemos incluir la traducción de unas páginas de muestra (máximo 10 o un capitulillo; tampoco hagamos medio libro) en un formato atractivo. Por ejemplo, podemos confeccionar un documento apaisado con la parte en original a la izquierda y nuestra versión a la derecha, a modo de prueba de traducción. Por supuesto, revisadlo todo bien antes de enviar. Como veis, lleva bastante trabajo y no es garantía de que nos vayan a encargar la traducción, pero es otra forma de acceder al mercado y, además, es una buena forma de practicar.
Algunos compañeros han empezado siendo lectores editoriales para la editorial para la que más tarde han traducido. Esa es otra posibilidad que se puede explorar, no sin antes aprender a redactar esos informes de lectura, puesto que hay que tener un buen conocimiento del tema.
CÓDIGO DEONTOLÓGICO: nuestros deberes y responsabilidades como traductores
No todo acaba aquí. Si el editor tiene su cometido y sus responsabilidades, nosotros debemos regirnos por un código deontológico, con una gran dosis de sentido común. Este es el código que propone el CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios):
El hecho de ejercer la profesión de traductor equivale, para quien la ejerce, a afirmar que cuenta con un firmísimo conocimiento de la lengua que traduce (conocida como lengua de partida) y de la lengua en que se expresa (conocido como lengua de llegada). Esta debe ser su lengua materna u otra que domine tan bien como la materna, de la misma forma que todos los escritores dominan la lengua en que escriben.
El traductor tiene la obligación de saber hasta dónde llega su competencia y se abstendrá de traducir un texto cuya redacción o ámbito de conocimiento no domine.
El traductor se abstendrá de modificar de forma tendenciosa las ideas o la forma de expresarse del autor y suprimir algo de un texto o añadirlo a menos que cuente con el permiso expreso del autor o de sus derechohabientes.
Cuando no sea posible realizar la traducción a partir del texto original y el traductor utilice una «traducción-puente», deberá contar con el permiso del autor y mencionar el nombre del traductor a cuyo trabajo recurra.
El traductor se compromete al secreto profesional cuando deba usar, para su labor, documentos confidenciales.
El traductor literario debe conocer a fondo la legislación acerca de los derechos de autor así como los usos de la profesión y debe velar por que se respeten en el contrato de traducción.
El traductor se abstendrá de menoscabar la profesión al aceptar condiciones que no garanticen un trabajo de calidad o perjudiquen a un colega de forma deliberada.
Código deontológico aparte, la relación con el editor debe basarse en el sentido común. No deja de ser un cliente y, como tal, debemos tratarlo y trabajar con él de forma profesional. Aceptar el encargo si estamos preparados para eso y sabemos que podemos cumplir la fecha, cerciorarnos de cómo quiere que le presentemos la traducción, avisar de cualquier asunto que pudiera trastocar los planes editoriales (incumplimiento de plazo, problemas con el texto origen, etc.), entre muchos otros. Pero esto lo dejaremos para la próxima entrada, en la que descubriremos cómo ser el traductor favorito de un gestor de proyectos.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Como siempre, si tenéis alguna aclaración o duda, os espero en los comentarios. Que paséis un gran Día del Libro. Feliç Sant Jordi!
¿Cómo ser el traductor favorito de un gestor de proyectos? Hemos preguntado a los amigos de Okodia y esto es lo que nos han contado. ¡Apunta!
Como sucede en otros sectores, el oficio de traductor profesional se aprende trabajando. Por supuesto, es preciso tener una sólida base de formación teórica, pero esos conocimientos lingüísticos son un punto de partida para forjarte una interesante carrera en una agencia de traducción de Madrid, de Barcelona o de donde sea. En el artículo de hoy nos gustaría ayudarte a empezar tu oficio de traductor o, si quieres, a mejorar tus competencias a la hora de trabajar en una empresa de traducción profesional. ¿Cómo? Con los siguientes cuatro consejos prácticos. Suena bien, ¿verdad? Pues adelante, sigue leyendo…
Consejo 1: acepta solo los encargos que puedas hacer
El primer consejo para empezar a labrarte una carrera como traductor profesional es que aceptes solo los encargos que puedas hacer o, lo que es lo mismo, que seas consciente de que acabas de terminar una carrera que te ha aportado los rudimentos del oficio, pero que todavía te faltan muchos conocimientos reales para ser un auténtico traductor profesional como los que llevan trabajando diez, quince o veinte años en esa agencia de traducción a la que acabas de incorporarte.
Consejo 2: no te dé vergüenza preguntar
Uno de los mejores consejos que recibí hace años de un profesor de la facultad fue que no me cortara en preguntar todas las dudas que tuviera antes de empezar a traducir la primera palabra de un proyecto. Y es que, si te paras a pensar, todos hemos pecado alguna vez de dar algo por sentado y cometer errores por no hacer algo tan simple como consultar las dudas por intentar parecer un traductor profesional cuando acabamos de aterrizar en este apasionante mundo profesional.
Así, nuestro tercer consejo es que cuando te llegue un proyecto, lo revises con calma y anotes y consultes cualquier duda que se te ocurra, incluidas aquellas relacionadas con los plazos de entrega. Te aseguro que ese pequeño ejercicio previo a la traducción en sí te ahorrará tiempo, problemas y disgustos.
Consejo 3: comprueba que tienes todos los materiales
Otro de los consejos indispensables para empezar a trabajar en una empresa de traducción profesional y convertirte rápidamente en parte indispensable del equipo es que revises muy bien todos los materiales del proyecto que tengas que traducir: cuerpo del texto, fuentes bibliográficas que debas incluir, biografía del autor del texto, pies de página de las fotografías… Disponer de todo el proyecto antes de empezar con la traducción no solo te permitirá programar mejor tu calendario de trabajo, sino que te ayudará a entender mejor el sentido global del proyecto y a firmar un proyecto de traducción realmente profesional.
Consejo 4: busca y encuentra tus recursos favoritos
Cualquier profesional experto tiene sus recursos favoritos: el cocinero tiene sus cuchillos, el mecánico tiene sus herramientas, el periodista cuenta con sus fuentes y el traductor profesional tiene su maletín de recursos web favoritos: diccionarios bilingües, glosarios de traducción, revistas especializadas, redes sociales profesionales, foros de discusión sobre el mundo de la traducción…
Así, nuestro cuarto y último consejo para convertirte en ese traductor profesional que quieres llegar a ser es que empieces a coleccionar y utilizar los inmensos recursos del oficio que, afortunadamente, se encuentran a un golpe de clic.
Ser modesto o modesta y aceptar encargos asequibles, preguntar las dudas antes de empezar la traducción y no hacerlo a la mitad del proyecto, comprobar que tienes todos los materiales necesarios para trabajar y buscar y encontrar tus recursos de traducción favoritos son cuatro de los muchos consejos prácticos que ya ponen en práctica los profesionales curtidos de una empresa de traducción profesional.
¿Unos consejillos más? Aquí va una ronda rápida de cuestiones que, para mí, además de las de los compañeros de Okodia, son esenciales:
Responde con rapidez a los correos, ya sea para confirmar o rechazar. En el caso de rechazar, muchas veces hay alternativa en la agencia, pero puedes ofrecer una alternativa por si acaso.
Lee bien las instrucciones y pregunta todas las dudas, siempre dando detalles del proyecto en cuestión para que nadie pierda el tiempo. En cuanto a la comunicación de dudas, puedes esperar a tener varias y escribir un correo (para no estar mail arriba, mail abajo) o dejarlas todas para el final. El problema de esto último es si luego hay tan poco margen que no se puede revisar a tiempo.
En proyectos grandes en los que trabajan otros traductores —tanto al mismo idioma como a otros—, comunica si hay alguna cuestión recurrente o encuentras algún fallo en el original que pueda ser importante para el trabajo de los demás. Si podemos facilitar el trabajo, mejor. El traductor es quien realmente lee a fondo el texto y puede detectar estas cosas. Valoran que seamos solucionadores de problemas.
Cumple los plazos de entrega. El cliente espera el texto en una fecha determinada y si falla la traducción, también se retrasa la corrección. Por eso es importante, como decíamos más arriba, que seamos sinceros con el gestor de proyectos o el cliente sobre nuestras capacidades ¡y el plazo!
Comenta cómo va el proyecto, sobre todo si es largo. En teoría, eso lo hace el mismo gestor de proyectos, pero no está de más, para tranquilidad de todos, ir enviando algún correo sobre cómo va la traducción.
Entrega siempre la máxima calidad. Es el último punto porque se da por supuesto, pero evidentemente nuestro trabajo tiene que ser impecable.
¿Acabas de empezar a trabajar como traductor profesional y necesitas más consejos? ¿Eres gestor de proyectos y tienes algo que decir? ¡Deja un comentario!
¿Queréis practicar traduciendo de verdad y ayudar a los demás al mismo tiempo? Sara Olano, alumna del grado de Lenguas modernas y Traducción de la UAH escribe este interesante artículo sobre Translators without Borders para el blog. ¿Quieres saber cómo traducir para esta organización? ¡Sigue leyendo! Y no te pierdas la reflexión final sobre la traducción para ONG.
Antes de continuar, aprovecho también para comentaros que el blog tiene una página nueva con la política de privacidad para adecuarse a la nueva ley. Como aún hay algunas áreas grises y WordPress no lo tiene muy claro del todo, se irá actualizando para ajustarse a las novedades. Aun así, que sepáis que los datos que dejáis solo sirven para suscribiros al blog y dejar comentarios. No los recopilo para ningún otro fin.
Y ahora sí, ¡empecemos!
Traductores sin fronteras. Qué es y cómo podemos ayudar
Todos los días nos bombardean a través de los medios de comunicación sobre la importante labor que desarrollan determinados sectores profesionales contra el hambre, la pobreza y demás catástrofes del mundo. Parece que todas las profesiones tienen una rama altruista «sin fronteras». Quizá la más famosa sea «médicos sin fronteras», pero también hay otros colectivos implicados como los dentistas, maestros, arquitectos…y sí, traductores. Todos sabemos lo necesarios que somos para facilitar el intercambio de información entre culturas, pero solo algunos se han parado a pensar que no todas las organizaciones pueden permitirse contratar un traductor.
¿Sabías que hay plataformas que facilitan la traducción altruista a quienes más lo necesitan? Ojo, hay que llevar cuidado porque una cosa es poner nuestro granito de arena y otra muy distinta regalar nuestro trabajo a alguien que, simplemente, no le apetece pagar por él. Por ello, en este artículo voy a enseñaros una de las plataformas más importantes y reconocidas a nivel mundial que es, además, totalmente fiable: Translators without borders (TWB).
Esta organización sin ánimo de lucro se dedica a proporcionar servicios lingüísticos a diferentes organizaciones de todo el mundo. Nació en 1993 en Francia con el nombre de Traducteurs sans Frontières y se centraba en temas relacionados con la salud, la nutrición y la educación. La actual TWB —a la que se unió The Rosetta Foundation— trabaja para crear una red mundial de traductores que ayuden a transmitir la información de los programas de ayuda entre la población de aquellos lugares que más lo necesiten. Desde 2011, gracias a la comunidad de voluntarios que se ha formado, ha podido traducir más de 50 millones de palabras de forma altruista y cuenta con más de 190 pares de lenguas. Además, TWB también se dedica a formar traductores en lugares como Kenia y Guinea donde, debido a las más de 200 lenguas locales, es muy difícil acceder a cierta información. Podéis obtener más información en https://translatorswithoutborders.org/our-work/kenya/.
TWB nos ofrece dos formas de colaborar, no solo a traductores, sino a cualquiera dispuesto a ayudar.
DONAR.
Es la forma más rápida y sencilla; nos ofrecen distintas modalidades.
a. Podemos realizar una donación, de forma ocasional o recurrente del importe que deseemos.
b. Podemos convertirnos en patrocinador de manera anual en la categoría que mejor nos convenga (desde bronce, 1000 € al año, hasta diamante+, 000 €). A cambio nos dan un pequeño obsequio según la cantidad.
c. Podemos recaudar fondos realizando algún tipo de evento.
(También hay una pequeña sección para voluntarios no traductores como contables, directores de proyectos, encargado de bases de datos…).
HACERSE VOLUNTARIO (traducir de manera altruista)
Para manejar la gran cantidad de encargos y voluntarios con lo que cuenta, TWB junto con The Rosetta Foundation ha creado la plataforma web Trommons (Translation Commons), que funciona de la siguiente manera:
Una vez enviada, esperaremos dos o tres días hasta que nos habiliten una cuenta en la plataforma.
La plataforma funciona de la siguiente manera: en la parte superior encontraremos la sección de búsquedas donde seleccionaremos nuestros pares de lenguas y el tipo de encargo que nos gustaría (traducción, segmentación, corrección…).
Suponiendo que nuestros pares fueran inglés>español, este sería un ejemplo de resultado de la búsqueda:
Cabe destacar que hay ciertos pares de lenguas que necesitan más traducciones que otros. La cantidad de traducciones que se necesitan a idiomas de lugares con menos recursos y más conflictos como, por ejemplo, Vietnam, Irán o Guyarat es bastante mayor que la de otros idiomas más populares y económicamente desarrollados como el español, el francés o el italiano. Así pues, dependiendo de los pares de lenguas de cada voluntario, podrá realizar más o menos tareas.
En el caso de que encontremos una tarea que podamos y queramos realizar, este será el procedimiento: una vez seleccionada la tarea, se nos mostrará una página con toda la información necesaria: recuento de palabras, plazo de entrega, descripción del encargo, futura repercusión, lugar donde va a ser publicado…
El siguiente paso será confirmar nuestra disponibilidad para realizar la tarea dentro del plazo que nos proponen y descargar el archivo o archivos necesarios. Debemos tener cuidado y revisar el tipo de archivo que nos proporcionan para asegurarnos de tener las herramientas necesarias antes de aceptar de manera definitiva la tarea.
Una vez realizada, debemos volver a la página principal de Trommons y seleccionar la pestaña de «Claimed Tasks» para poder subirla.
Para agradecernos el trabajo realizado, TWB notificará por Twitter nuestro trabajo y nos enviara un correo mencionando todos los trabajos en los que hemos colaborado.
Además de colaborar en proyectos humanitarios o medioambientales, es una muy buena forma de ganar experiencia si te acabas de incorporar al mundo de la traducción.
La traducción voluntaria. ¿Es oro lo que reluce?
Cuando Sara Olano me propuso este tema, me pareció interesantísimo puesto que es algo que se suele recomendar a los recién licenciados. No obstante, recordaba haber leído algo raro sobre TWB y el compañero Jota Ele me lo acabó de confirmar. En efecto, hay que llevar cuidado con las organizaciones a las que decidimos ayudar para que no nos tomen el pelo. Él, por ejemplo, no recomienda trabajar para TWB y me pasó un artículo bastante ilustrativo del tema y que puede resumirse en este fragmento:
The work donated to TwB not only covers short-term needs and frees up funds to pay for administration, information technology services and other more professional, compensation-worthy needs, it comprises long-term intangible (language) assets which are not localized to the charity recipients but which can be stored, replicated and perhaps transferred to commercial applications by its curators, those who control the organization. There is no special legal regime to regulate the use of such assets; translation work which is given today in good faith for disaster relief might tomorrow find its way into the resources for paid pharmaceutical projects ordered from one of the large companies represented on the TwB boards.
«Voluntariado sí, pero vigilando», dice. Depende del cómo y para quién. Y es cierto que debemos ser conscientes de muchas cosas: ¿quién está al frente de estas organizaciones? En el caso de TWB hay muchos directivos de la privada (Microsoft, Moravia, Mondragon…), como puede verse en esta imagen del artículo anteriormente mencionado.
Hay que saber qué fin tiene exactamente lo que vamos a traducir y quién se queda después las MT que crea el traductor y si se las queda la organización para su beneficio, que puede incluir la venta.
Por otro lado, en cuanto a las traducciones voluntarias, hablar de dinero no está fuera de lugar. «¿Es normal no cobrar una traducción para una ONG que sí tiene dinero para pagar a sus trabajadores? Los salarios en algunas ONG son de escándalo», me comentaba él cuando hablamos.
En definitiva, que aunque casi todos hemos empezado así —por ejemplo, yo trabajé un tiempo para S.O.S. Racisme—, que las ganas de ayudar no nos cieguen. Hay muchas maneras de contribuir y lo ideal sería saber exactamente a quién va a beneficiar realmente nuestro trabajo.
Como siempre, aquí tenéis la información, el cómo y el quién, y que cada uno decida. Si queréis añadir algo al debate, podéis dejar el comentario en esta entrada. ¡Salud y hasta la próxima!
A lo largo de la historia han existido tres idiomas que han predominado por encima de los demás: el español, el inglés y el chino. Sin embargo, solo en el caso de los dos primeros podemos ver que se han expandido por todo el planeta, ya sea debido a migraciones masivas, avances sociales y tecnológicos regionales o el surgimiento de importantes figuras que nacen en países donde estas son las lenguas maternas.
En el caso de los países hispanohablantes (España y gran parte de Latinoamérica), al tener cerca a naciones tan influyentes como el Reino Unido y Estados Unidos, es común pensar que el inglés se ha convertido prácticamente en una especie de lengua secundaria. Sin embargo, es una equivocación que puede tener graves consecuencias si se llevan a cabo traducciones en las que se utilizan términos técnicos y muy especializados. Los amigos de Protranslate nos lo cuentan.
¿Qué es la traducción técnica?
Es la rama que se ocupa principalmente de textos científicos y técnicos que emplean una terminología especializada, tienen un lenguaje conciso y tono formal. El autor suele ser un especialista en el tema y la estructura del texto es rígida. Son textos donde la objetividad, la claridad y la concisión son esenciales.
La terminología especializada en las distintas áreas profesionales puede tener diferencias importantes según el idioma e incluso el país. E incluso, según las empresas o instituciones que acuñen los términos, esta terminología también puede recibir nombres distintos al traspasarlos a nuestro idioma. Por eso hay que cerciorarse bien de los términos que el cliente usa porque no nos vale cualquier diccionario, glosario, etc.
Es algo que, por ejemplo, puede observarse en la redacción de contratos legales, en los que aunque se apliquen los mismos principios, la terminología exacta varía según el idioma que deba utilizarse. Del mismo modo, en áreas como la ingeniería o la medicina, es posible que una traducción pobre pueda complicar el seguimiento de instrucciones y comprometer así el trabajo que se lleve a cabo.
También hay que llevar cuidado con los pequeños detalles como los sistemas de medición utilizados. Para un profesional en alguna de estas dos ramas laborales, el mal manejo de las medidas de temperatura, peso, distancia, entre otras, puede generar conflictos importantes de cara al desempeño profesional. Algunas otras áreas que dependen del manejo de términos técnicos pueden incluir los medios, la electrónica, las finanzas y hasta los deportes.
¿Por qué acudir a profesionales?
Siempre decimos que para traducir no vale con saber un par de idiomas. Y en este caso aún más, puesto que prácticamente cualquier área del saber usa términos especializados fácilmente confundibles o insustituibles, por lo que no es recomendable realizar traducciones por nuestra cuenta o encargarlas a alguien que no sea profesional. Hacerlo puede dañar la reputación de nuestros proyectos, enfrentarnos a demandas judiciales y hasta poner en peligro la vida de las personas, como ya vimos en el artículo ¿Por qué la traducción importa?
Aunque en muchas ocasiones podamos creer que tenemos las habilidades necesarias para traducir un texto, la realidad es que no siempre será así, por lo que si los textos, transcripciones, etc. que necesitamos tienen usos que van más allá de lo didáctico, es necesario trabajar con traductores profesionales.
Estos no solo tendrán en cuenta el idioma (o idiomas) del texto que se quiere traducir, sino que también se preocuparán por la extensión, el tipo de trabajo y aquellas consideraciones especiales que puedan ser importantes (como el empleo de un tono distendido) para el cliente que solicita el servicio.
Para mi cumpleaños unas amigas me regalaron el libro Las brujas de hoy no necesitan escobas para volar de Elisa Mayo. Me juraron y perjuraron que no era una indirecta, que conste. El caso es que, a pesar de que la prosa era fresca y divertida y es de esas historias que no requieren mucha atención, había algo que me fastidiaba. Os pongo algunas frases escogidas al vuelo de las primeras páginas:
—Y deja de decir palabrotas, por favor —sentencio.
—Mamá, por favor… —me quejo.
—Ni mamá, ni momó —le riño con la boca llena.
—A mí me da igual que me insulten —interviene Adrián.
—¿Otro con un palo metido por el culo? —rebufa Deva.
—Le hace falta una mano de modernización —expone Lourdes.
—Si hubieras aceptado el puesto de directora, no tendrías que trabajar ese día —se burla. Qué gracioso.
—Mamá, estoy afuera —aviso.
—Eh, ni se os ocurra —les advierto.
¿Os ha pasado como a mí? A lo mejor soy muy tiquismiquis, pero esos verbos de habla o dicendi me suenan más a intentos de evitar el verbo «decir» que a otra cosa. Ser preciso está muy bien, pero en este caso a mí me ralentiza la lectura. De algún modo creo que estamos bastante acostumbrados al «decir» y no nos molesta tanto una repetición. Una cosa es que solo uses este verbo y otra que intentes buscar sinónimos constantemente.
Además, fijaos en este fragmento de contestaciones sucesivas:
—Os voy a dar pal pelo —amenazo.
—Tú y ¿cuántas más? —se burla el rubio.
¿No os parece que los verbos de habla son superfluos? Es repetir machaconamente una misma idea. «Dar pal pelo» ya nos sugiere amenaza, aunque cómica, y la respuesta es socarrona de por sí. ¿Qué ganamos con la puntilla?
Recuerdo haber leído hace tiempo un artículo de un bloguero norteamericano que decía (contaba, explicaba, sugería, defendía) esto mismo a raíz de una infografía que corría por aquel entonces titulada «Said is dead». He buscado un poco y he encontrado algunos artículos más sobre el tema:
«Before my most influential college writing class, I LOVED to end dialogue with words like questioned, grumbled, or stammered. I thought I was being original and unique. I thought I was making my novel stand out from all those writers who stuck to said and asked».
Porque eso parece en un principio, ¿verdad? Vamos a darle color al texto, que no quede tan soso ni repetitivo. En el fondo, es como si quisiéramos demostrar cuánto vocabulario tenemos.
En esta entrada, Shelby da tres motivos para explicar por qué dijo no está muerto:
Said es más corto y conciso. Cuando la longitud es importante, mejor guardarse las palabras para desarrollar a un personaje o detenerse en una descripción. Y si está en un subtítulo ya…
Los lectores están acostumbrados a saidy, por lo tanto, cualquier variante los ralentizará. ¿Veis? Como me pasó a mí. «As a reader, when I see a bunch of dialogue and I know who is speaking, I rarely bother to read the dialogue tag. I want the words. I want the action. As a writer, if readers aren’t going to read the dialogue tag, it can be a waste of time and energy to think of another word other than said».
Cambiar said no tiene tanta fuerza como cambiar el diálogo. En lugar de poner todo tu empeño en cambiar ese said o ese dijo, da un mayor golpe de efecto captar el tono o el sentimiento de las palabras en el diálogo en sí. Por ejemplo:
“I tried to tell you. But you sent me to my room.” I stammered.
“I tried…I tried to tell you. But you…you sent me…you sent me to my room.” I said.
En la primera, no sabes que el personaje tartamudea hasta que lees la frase entera y puede que tengas que releerla, incluso. En la segunda, experimentas el tartamudeo al leer la frase y el diálogo tendrá más empaque.
¿Y qué tiene que ver esto con la traducción? Pues todo, porque parece que nos veamos obligados a traducir esos said con repuso, convino, arguyó, defendió, masculló y un largo etcétera por variar y por dejar bonito el texto y no siempre hacen falta florituras. Como ya sabéis, todo depende del contexto, pero son muchas las tipologías textuales que no necesitan esta profusión de sinónimos porque acaban entorpeciendo.
Luis Magrinyà, en la página 53 de su Estilo rico, estilo pobre. Todas las dudas: guía para expresarse y escribir mejor (Debate, 2015), lo explica muy bien: «En resumen, se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia. Tenemos la sensación de que así nuestro estilo es más “rico” y “expresivo”. No vemos que lo que estamos haciendo en realidad es delatar nuestro gusto por el floripondio, o las rémoras de nuestras redacciones escolares, al anteponer la profusión a la exactitud —recia característica de la literatura patria— ¡incluso en una acotación der diálogo! Tampoco parece que nos demos cuenta de que el recurso continuado al uso de presuntos sinónimos “para variar” acaba siendo tan cantoso como si hubiéramos repetido infamemente unos cuantos dijo».
Hablando de verbos de habla cantosos, Magrinyà da algunos ejemplos muy bestias:
—Bastante tiempo ha vivido usted gratis —rebuznó el administrador celoso.
—Y si quieres más —mugió el intruso […]—, ¡toma! ¡Y toma!
—¡Pero si no ha sucedido absolutamente nada, mi querido señor extranjero! —trinó Celeste.
—¡Yo no! ¡Yo me quedo! —bramó Leonardus desde su camarote.
—¡Cállese, vieja! —ladró de vuelta el militar.
Podría extenderme más, pero os recomiendo fervientemente que le echéis un ojo a este libro, puesto que encontraréis algunas fórmulas para evitar errores y pulir el estilo de vuestros textos, sean traducciones o no. Así seguro que (y me incluyo) nos lo pensaremos dos veces cuando recurramos a verbos como espetó, masculló y similares o, por lo menos, investigaremos bien cómo usarlos y no redactaremos un híbrido como el que Magrinyà nos presenta en su libro:
Aquél se sintió molesto y le espetó entre dientes:
—¿Pasa algo?
¿Cómo podemos espetar (soltar, decir algo con brusquedad y contundencia) y mascullar (hablar entre dientes o pronunciar mal las palabras de modo que casi ni se entiende) a la vez?
En definitiva, la riqueza léxica está muy bien y es algo que en este blog he defendido muchas veces, pero evitemos los floripondios innecesarios.
Se ha vuelto a liar por un doblaje. Si no habéis estado muy atentos a las redes porque estáis de vacaciones y tenéis mejores cosas que hacer —os entiendo, la verdad—, os lo resumo por aquí. Hace unos días salió el tráiler de la película de Rompe Ralph 2 (2018) en el que vemos a todas las princesas Disney en una habitación y Mérida (Brave, Indomable, 2012) habla un escocés cerrado, rápido y vocalizando poco. El chiste es que las princesas no la entienden y una zanja: «Es que es del otro estudio» (Pixar).
En las redes empezaron a especular con el doblaje al castellano y por vete a saber tú qué mecanismos, muchos fantasearon con un doblaje murciano o gallego. Los defensores del primero porque supuestamente se entiende poco y los del segundo también por sus raíces gaélicas (sic).
Sea como fuere, el avance en español salió hace un par de días y no, no han usado ni gallego ni murciano. Han optado por hacerla hablar rápido y de forma ininteligible, sin vocalizar. Y claro, se ha liado. Que si se pierde la magia, que si se ha traicionado el original, etc.
Va, me mojo. A mí me parece que han hecho bien. ¿Que quizá la podrían haber hecho vocalizar menos o de otra forma? Puede. Pero hacer hablar a este personaje con un acento o dialecto del español, no. Primero, hablemos de credibilidad. El cine tiene un pacto sagrado con el espectador: tienes que creerte lo que sucede en pantalla. Aunque sea animación, ¿es creíble que un personaje hable con un acento español muy marcado? Tengamos en cuenta que este personaje viene de una película ambientada en Escocia y no en la Manga del Mar Menor. Traicionar esa credibilidad tiene consecuencias y, si se hace a propósito, se crea otro tipo de versión, no es una mera traducción sino adaptación. Los ejemplos clásicos de esto son los doblajes de las sitcoms de los 90 y, más recientemente, películas como Ted (2012), de la que ya hablamos en este blog.
Por otro lado tenemos la coherencia. En Brave, Mérida se dobló al castellano y se la entendía perfectamente. Si en su película hablaba un español estándar (no hablo de neutro para evitar equívocos), ¿por qué debería cambiar aquí de forma de hablar? ¿Qué sucede en la versión original de la película? ¿El acento escocés era tan fuerte como en este avance? No. En Brave no estaba tan marcado el acento aunque la actriz fuera la misma. Se ha marcado ahora para hacer la gracia en Rompe Ralph 2. Creedme, si hubiera habido alguna discrepancia, la gente se hubiera quejado igual. ¿Recordáis la que se montó cuando en el avance de Buscando a Dory, la voz de Dory no era la de Anabel Alonso? Pues eso, la coherencia es esencial.
Y otro factor importante, al menos a mi entender, es la sensibilidad. En un momento en el que tenemos los sentimientos lingüísticos y territoriales a flor de piel, no me extrañaría que alguien se quejara por asociar al gallego o al murciano estas características del sketch: que no se entiende, que habla con una patata en la boca, que…
Los otros en traducción
En traducción a veces se gana y otras se pierde. Intentamos que se pierda lo menos posible, pero no hay una única solución para todo ni que contente a todos. Es así. Y puede haber problemas hasta cuando se hace referencia al propio idioma, el típico «Do you speak English?» en una película norteamericana que se suele salvar con «¿Hablas mi idioma?» o «¿Me entiendes?».
Otro problema habitual es cuando traducimos al español algo que ya está en español. Por ejemplo, recuerdo una novela erótica de hace unos años en la que los protagonistas, estadounidenses, se iban de escapada a México. La chica andaba algo perdida porque no entendía español y el chico le hacía de intérprete. El problema era que ese español se entendía perfectamente y en la traducción iba a quedar descafeinadísimo. Mi solución fue usar mexicanismos y rasgos más dialectales para que a la protagonista le costara entender. Traducir es decidir qué o a quién traicionar para que el destinatario de la traducción reciba y disfrute el producto como lo haría el destinatario de la versión original.
Sin duda, la mayor dificultad es al traducir un acento determinado, claro. Por suerte ahora disponemos de muchos ejemplos, algunos más recientes que otros, de cómo se han solucionado estos casos en el cine y la televisión y eso siempre es una ayuda. Aquí tenéis algunos ilustrados por +Babbel:
No quiero extenderme mucho más, porque un blog tiene sus limitaciones, pero os dejo este fragmento de un artículo de Gloria Uclés, para que veáis la complejidad del asunto y lo muy estudiada que está esta problemática:
«En el terreno práctico, a la hora de proponer maneras de actuar con respecto a la presencia de la variación diatópica en el texto origen, existen fundamentalmente dos posturas: una de tendencia no intervencionista y otra que propone sustituir las variedades del original por otras funcionalmente equivalentes. En el primer grupo se sitúa Rabadán (1991: 97), quien considera inaceptable que se utilicen equivalentes funcionales para traducir la variedad diatópica y afirma que se suele resolver este problema mediante el uso de la forma estándar de la lengua meta, o bien traduciendo a las formas estándar y explicitando que el enunciado se ha expresado en dialecto. Centrándose exclusivamente en la TAV, Agost (1999: 129) señala la dificultad que representa en TAV la presencia de los dialectos y afirma que en las versiones dobladas es común oír a los indios hablar con infinitivos, que los negros del Harlem utilicen el pasota o cheli, o incluso que los dialectos del inglés se traduzcan al catalán otorgándole a cada personaje una variante geográfica de esta lengua (Agost, 1999: 63). Sin embargo, a continuación, en la línea de Rabadán (1991), añade que adoptar estas soluciones suele considerarse desaconsejable: “Muchos profesionales de la traducción consideran que esta no es la mejor solución y son partidarios de dar unas pinceladas para caracterizar a cada personaje, con lo cual el espectador ya puede saber que hay una diferencia respecto de otros personajes.” (Agost, 1999: 63).
Frente a esta postura, otros autores proponen como solución a la presencia de variedades dialectales la sustitución del dialecto de la lengua origen por otro dialecto equivalente en la lengua meta. La noción de equivalencia se debe considerar no como una correspondencia geográfica (imposible, al tratarse de dos lenguas distintas), sino en términos de equifuncionalidad: que el dialecto de la lengua meta cumpla las mismas funciones que tenía el original (Catford, 1965: 87). En esta importancia de la función del dialecto incide también Pym (2000), quien considera fundamental identificar, en primer lugar, cuál es exactamente la función que la variación diatópica cumple dentro de un texto y, una vez analizada, Pym concluye que los traductores se deben centrar en reproducir en el texto meta el efecto que el dialecto producía en el texto original.
Escasos son los ejemplos en los que se adopta esta postura para la traducción de la variación en TAV. Uno de ellos, con la combinación de lenguas de italiano y alemán, es el de Heiss y Sofritti (2009) que, partiendo de Pym (2000), analizan cuál es la función de los fenómenos dialectales concretos escogidos y cómo se traslada dicha función a la lengua meta, y proponen una lista de soluciones para compensar la pérdida de los rasgos dialectales de las producciones originales.
En la misma línea se sitúa Alemán (2005), donde encontramos una propuesta de doblaje de la película británica Billy Elliot diferente a la usada en un doblaje oficial. En el metraje original, la variedad diatópica geordie de los personajes se solapa con su condición social de clase obrera; sin embargo, en el doblaje para el cine y la distribución comercial de la película al español de España, el acento se neutraliza, lo cual genera una pérdida que Alemán (2005) propone paliar. Para el autor, los personajes de clase trabajadora se deberían distinguir por el uso de un castellano vulgar que, si bien no los enmarcaría en la variedad diatópica, sí daría cuenta de la diferencia social. El peligro de esta solución es que el espectador meta tenga la impresión de que los personajes emplean un registro más bajo que en la versión inglesa, ya que el contexto social y lingüístico del original se pierde y puede que no se llegue a entender el uso de un castellano vulgar en las circunstancias en las que se da la película».
Como veis, no es un tema nada baladí y hay que pensárselo muy mucho antes de sustituir un acento o dialecto por otro. Pero si nada de esto os convence, pensad en la figura dellektor en la televisión polaca:nada de acentos, poca entonación y una misma voz para todos los personajes.
Y a vosotros, ¿qué opinión os merece la solución del avance? ¿Os convence? Como siempre, agradeceré los comentarios que queráis dejar. ¡Hasta la próxima!
Un año. Bueno, casi un año llevo ya en esto de «conciliar», si es que existe el concepto como tal. Doce meses de descubrir facetas que no conocía de mí misma y de tratar de encajar las piezas de un día a día que ya era ajetreado de por sí. Pero al final el amor de una madre se declina en muchas formas y, sí, de todo se sale. Doce meses de combinar un buen ritmo de trabajo con un «creo que pide teta» (la lactancia a demanda es lo que tiene); de hacer una videoconferencia con el moisés al lado y que justo en el momento más interesante empiece a llorar; de tener al técnico de una editorial al teléfono mientras te instala de forma remota un programa informático —y tú con el peque encima— y tener que cortar porque le empezaba a asomar una mancha marrón muy sospechosa por la espalda. En realidad creo que llegué a decirle: «Perdona, pero llámame dentro de 15 minutos porque se me ha cagado el niño».
En fin, han pasado doce meses y la vida ha cambiado. Y como sé que hay futuros papás traductores que me leen, os cuento cómo ha ido este primer año, los trámites, lo bueno y lo malo, y unos consejillos que me han ayudado durante estos meses.
TRÁMITES
Cuando me quedé embarazada aún combinaba los dos trabajos, así que pedí la baja médica —que no resta de la baja maternal como hace años— en la semana 32 puesto que ya no podía conducir para ir a las empresas a impartir clases de inglés ni podía estar de pie mucho rato (de hecho, la baja me la dieron por la bipedestación y no por el riesgo que podría conllevar el conducir). En este caso fui a mi médico de cabecera, que me fue dando los partes para llevarlos a la oficina de la Seguridad Social. No tuve que llevar muchos, porque el peque tenía prisa por salir y se adelantó un mes. Eso sí, ese tiempo, igual que en la baja maternal, cobré por partida doble, por mi trabajo como asalariada y por los autónomos.
Con el nacimiento del bebé llegaron los trámites del registro y similares, papeles que —no me preguntéis por qué— me daban mucho reparo. Supongo que tenía miedo de meter la pata con algo y que el niño acabara sin papeles. De hecho no sería la primera vez que la administración se equivoca. Yo estuve inscrita en defunciones y no en nacimientos durante unos días porque el funcionario se equivocó con mis papeles allá por el año… esto… hace unos años.
Al caso, también me ayudó bastante reunirme con el gestor para ver qué papeles podía mover y qué ventajas tenemos. Por ejemplo, hay una ayuda de 100 euros mensuales hasta que el niño cumpla 3 años y puedes pedir que te la abonen mes a mes o todo junto para la declaración de la renta. Y también se pagan solo 50 € de autónomos mensuales en lugar de los casi 300 € durante el primer año.
EL BALANCE HASTA AHORA
Lo positivo
Me lancé por fin y dejé las clases. Me gustaba mucho la enseñanza y su factor social, sobre todo en el caso de grupos de adolescentes y adultos, pero prefería la traducción mil veces más. Llevaba años con miedo a dejar el (buen) sueldo fijo de las clases, a pesar de que luego tenía que traducir a horas intempestivas y había hipotecado casi todos mis fines de semana. Saber que iba a ser madre, y el trabajo que eso conlleva, me empujó a dar el paso por fin y no me arrepiento nada de nada.
He aprendido mucho vocabulario. Si eres traductor médico quizá ya te sepas la lección, yo no. Por suerte, no sentí el dolor de las contracciones Braxton Hicks (las previas) ni las otras (cosas buenas de tener un umbral del dolor muy alto), pero si lo pasé algo peor con los entuertos (contracciones de posparto o puerperio, como los retortijones más chungos de la regla). No tuve que sufrir una episiotomía (pequeña incisión que se realiza… ya sabes, ahí, para evitar desgarros en el parto), pero sí una mastitis (cuando al dar de mamar se tapona un conducto en el pecho; se ve porque sale una perla de leche). En cuanto al peque, descubrí muy pronto la consistencia del meconio (o chapapote; sus primeras cacas, vaya), pero no la costra láctea (una costra de aspecto bastante desagradable en la cabeza). Por suerte, tampoco salió con mucho lanugo —y mejor, porque con la cantidad de pelo que tengo yo, en la cabeza, temía que me saliera apantojado—; por cierto, descubrí que dicho vello también sale en personas anoréxicas, puesto que es una forma que tiene el cuerpo de no perder calor. ¿Cómo os quedáis?
Ha aumentado mi productividad. Parece mentira, pero es así. Ahora que sé que el tiempo que dispongo es más limitado, lo aprovecho mucho mejor. ¿En qué perdía tanto el tiempo antes de ser madre? Ahora bien, esta productividad no llega sola. Me ha ido muy bien reorganizarme, apuntármelo todo y definir tanto horarios como espacios. Me mudé en agosto del año pasado y disponer ahora de una habitación solo para trabajar, con las paredes forradas de libros, dos mesas grandes para que quepa bien el sobremesa, la impresora, el portátil, etc. y una pizarra para apuntar las cosas… ayuda. Mucho.
Puedo disfrutar más de mi hijo. Obvio. Aunque vengan los abuelos a echar una mano por la tarde, lo tengo cerca. A veces, hasta se escapa del salón y viene a verme al despacho. A sacar los libros del estante inferior. A tirar la papelera. A revolver entre los papeles. Es tan mooono.
Lo negativo
Aislamiento. Sobre todo al principio. Nadie te cuenta lo duro que es el posparto. Si tienes un embarazo bueno como el mío, son unos nueve meses de fábula y, en mi caso, hasta fueron la mar de productivos. Pero, ay, en cuanto sale el vástago… todo cambia y tú cambias con él. Y de repente te ves con una personita a la que no entiendes y todo se te hace un mundo. A mí me costó la vida salir de casa aunque fuera a dar un paseo. Quería tenerlo todo preparado y planificado y requetemirado antes de salir a la calle y me encerré un poco en mí misma.
El cansancio. Otra obviedad. No todos los niños son iguales y dicen que algunos duermen bien. Dicen, porque el mío ha salido muy activo y poco dormilón. Ponerse a teclear por la mañana después de despertarte unas 3, 4 y hasta 5 veces cuesta.
El sentimiento de culpa. Ahora que va a la guardería, soy incapaz de tomarme una mañana libre o de ir al gimnasio que pago religiosamente cada mes o ir a esas clases de yoga que se me antojaron el otro día. Es un sentimiento de culpa del tipo «¿Estás pagando para que te “guarden” al niño (no es cierto, hacen actividades y lo estimulan de una forma que yo no podría hacer) y tú te vas al gimnasio o de compras? No, no, chata, tú a trabajar en tu despacho». Y así acabo trabajando un poco más de la cuenta.
Menos tiempo disponible. No es ninguna sorpresa. Habréis visto que mi ritmo de publicación en el blog ha bajado, por ejemplo. También porque no soy de las que escribe dos párrafos y ya, solo por amor al SEO. El niño necesita un tiempo que, evidentemente, resto a cosas quizá no menos importantes (que también) pero sí accesorias. Por otro lado, reconozco que vivo más feliz sin estar tan tan atenta a las redes (dejarlas del todo me es imposible) y me resbalan cosas que antes me habrían afectado un poco más.
El miedo a perder clientes. Y a perderme a mí. Os soy sincera, solo estuve unas tres semanas sin trabajar. Primero, porque no me sé estar quietecita; segundo, porque lo necesitaba. Necesitaba seguir siendo yo. Y, evidentemente, también tenía miedo de que los clientes se olvidaran de mí, aunque los hubiera avisado a todos previamente. Aun así, cuidado con esto porque hay cosas que no puedes controlar y yo casi me pillo los dedos con la entrega de un libro porque, como decía, el heredero decidió nacer antes de tiempo.
Sin embargo, que este miedo no os empuje nunca a aceptar lo que sea y con las condiciones que sea. Os cuento. A los siete meses y poco de embarazo me escribió una chica que había escrito un libro de cuentos para que se lo tradujera al castellano y al catalán. Tenía incluso a un agente, un chico que me hizo la prueba de traducción. El plazo era generoso y el texto no era muy complicado, así que acepté el encargo, pero por si acaso derivé la traducción al catalán una compañera (ella firmaría su contrato correspondiente y aparecería en los créditos de esa versión y yo haría de traductora al castellano y de gestora a la vez). Les conté mi situación, pero les aseguré que estaba todo controlado porque así era. Al poco de tenerlo ya todo firmado y empezado, quisieron que quedáramos para conocernos y hablar del libro, de cómo querían la traducción, etc. Quedamos el domingo 5 de noviembre para almorzar. Roc decidió la madrugada del 4 al 5 que ya había esperado suficiente y, aunque no nacería hasta las 17, ya me veis por la mañana, en la cama del hospital escribiendo para decir que no iba a poder quedar, que el bollo iba a salir del horno. En teoría lo entendieron. En teoría.
Durante los días siguientes estuvieron escribiendo sin parar poniendo en duda la viabilidad del proyecto, que si no iba a poder lo dejábamos y rescindían el contrato, etc. La traducción al castellano estaba ya medio hecha y tenía a mi compañera ocupada con la otra versión. Total, que me pasé los tres días de ingreso correo arriba, correo abajo. ¿Compensó? Pues no. Y como no podía ser de otra forma —y esto imagino que lo veréis en algún momento si no lo habéis hecho ya—, los clientes que son tan tiquismiquis, que cambian de opinión o el texto a última hora y que ponen muchas pegas suelen ser malos pagadores. Tuve que estar insistiendo varias semanas hasta que pagaron.
MIS CONSEJOS
Conócete y conócele. Si alguna vez ya hablamos de los ritmos circadianos, ahora más que nunca conviene pensar un poco en los horarios: ¿eres de horario panadero u horario lechuza? Hay traductores que prefieren levantarse muy temprano porque rinden más por la mañana y así se dejan la tarde libre para disfrutar de sus hijos; otros prefieren el horario lechuza y aprovechan cuando sus hijos se acuestan. Como todo, no hay una única solución y cada uno hace lo que puede. Yo aprovecho cuando está en la guardería y luego las horas por la tarde cuando vienen los abuelos, pero no trabajo después de cenar porque necesito también mi ratito de descanso y Netflix.
Planifícate. Si la planificación es importante sin descendencia, imagínate cuando la tienes. En el despacho tengo una pizarra en la que me apunto las entregas y cómo las llevo, semana a semana (sobre todo en el caso de las traducciones editoriales cuyo plazo es mayor) y me apunto en una agenda todo lo que hay que hacer cada día y lo que queda pendiente. Además es muy satisfactorio ir tachando lo que ya he hecho.
Adelanta lo que puedas. Otro esencial. Nunca sabes si se va a poner enfermo o va a haber cualquier otro tipo de contratiempo. Si me entra alguna traducción cortita, aunque sea para dentro de dos días, intento ponerme con ella de inmediato y dejarla lista. Por si acaso.
Reconoce tus límites. Descubrirás que no puedes con todo. Las camisetas de mamá es superwoman son muy bonicas, pero intentar abarcar más solo trae insatisfacciones; te lo digo con conocimiento de causa.
Acepta la ayuda de los demás. Esto va relacionado con lo anterior. Aceptar ayuda no es fracasar. Ya sea la suegra, tu madre, tu cuñada, tu hermano… En la crianza se oye decir mucho que hace falta tribu y es cierto. Laboralmente, aprende a delegar, subcontrata o pasa trabajo directamente. Así puedes seguir manteniendo al cliente porque le solucionas la papeleta.
Por mi parte, sigo aprendiendo, aún llevo la L de novata, y me toca improvisar muchas veces, pero para esto no hay manuales que valgan, otra cosa que he aprendido a la fuerza durante estos meses. Si vais a ser padres, felicidades y que sea una hora corta (no tenía ni idea de qué quería decir eso antes de quedarme embarazada) y si ya lo sois y queréis compartir vuestros trucos y consejos, adelante, este blog es todo vuestro.
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Imágenes usadas con el consentimiento expreso de Kara Western (@karacandraw).
¿De qué hablamos cuando hablamos de traducir LIJ? Pues de devanarnos los sesos en casi cada página, porque traducir para niños y jóvenes no es tan fácil. Hace poco ha salido a la venta este álbum que he tenido el placer de traducir al catalán para La Galera. Un libro que narra la historia de Elliot, un niño que quiere ser mago.
Además del tono y el registro que debemos cuidar para traducir, en este género abundan los chascarrillos y los juegos de palabras. Sin ir más lejos, los encontramos en los nombres de los magos: Quico Nill o Carles Capista (escondemos el «conill», conejo, o el «escapista» en el nombre), Bernat Esfumat (aquí jugamos con la rima; en inglés era Finn Ayre, muy original, ¿verdad?), Teresa de Trèvol (aquí opté por la aliteración; casi se lee como un tres de trébol), etc.
En un momento de la historia, el protagonista busca libros de magia y encontramos una doble página enorme con autores y títulos cargados de dobles sentidos:
Què pot fallar? Assegurances de vida per a mags, de Percy Decàs (un libro sobre seguros para magos que firma un tal Percy, que equivaldría a per si de cas: por si acaso)
Predir el futur, de Casimiro Demà (pues eso, el libro sobre predicciones es de Casimiro Mañana)
Com s’ho fa?, de T. Truc (que se lee como té truc, tiene truco)
Llegir mans, de Jan Divinat (el libro sobre quiromancia es de Jan, un nombre bastante común que aquí se lee como ja endivinat, ya adivinado)
Màgia per a maldestres, d’Andreu Deumeu (como es un libro para los poco mañosos, el autor, cuyo nombre juega con la rima, equivaldría a un Andrés, Dios mío)
He aquí un cuadro con algunas versiones en inglés, catalán y castellano como ejemplo de cómo cambia, o no, según el idioma.
150 Eggselent Eggstravaganzas with Eggs
150 truquets per a mags inquiets
150 truquis para magas cuquis
Advanced Magic, Kenny Dooit
Màgia avançada, Susi Potts
Magia avanzada, Abel Sipuedes
Claire Voyant
Clari Vident
Clari Vidente
Conjuring for beginners, Juan Trick
Màgia per maldestres, Andreu Deumeu
Magia para torpes, Andrés Sastre.
Dangerous magic tricks. Hugo First
Trucs perillosos, Pep Perillós
Trucos peligrosos, Pepe Ligro
Escapology for beginners, Ivana Key
Escapisme per a principiants, D. Aquino Surto
Escapismo para principiantes, D. Aquino Salgo
Finn Ayre
Bernat Esfumat
Bertín Visible
Levitation, Andy Gravity
Levitació, Andy Gravetat
Levitación, Andy Gravity
Taming mystical creatures, Una Corn
Com domar dracs, Santi Incendi
Cómo domar dragones, Roque Mado
Las elecciones léxicas se piensan y debaten mucho. Por ejemplo, el libro Com recosir el teu ajudant (un libro sobre cómo volver a coser a tu ayudante) lo firma David Serra. En un principio puse xerrac, serrucho, puesto que me pareció más sonoro. La editora creyó que era mejor poner serra, sierra, porque así lo entendería mejor un niño. En este punto también es bueno preguntarse: ¿debemos aprovechar ciertos pasajes para que el niño aprenda vocabulario nuevo? A mí sí me lo parece.
También hay un artículo de periódico en el que abundan las referencias capilares y, como ya se sabe, no siempre se pueden adaptar bien las referencias de un idioma a otro. Aun así, conseguí que la pieza periodística hablara del pobre alcalde calvo con expresiones como «s’estira els cabells» (se tira de los pelos), «no té un pèl de tonto» (no tiene un pelo de tonto) o «un episodi que posa els pèls de punta» (un episodio que pone los pelos de punta). Escalofriante. Terrible. Apocalíptico.
Las tiendas del pueblo también tenían su aquel. En inglés tenemos Beef Encounters para la carnicería, que juega con brief encounter. Tanto en castellano como en catalán jugamos con la fonética y pusimos Phil Ett/Ette. En los dos idiomas quedaba bien el filete y tenía relación estrecha con el negocio en sí.
La otra tienda es M. T. Stores donde se aclara que we sell nothing, nada, zip. En castellano, el traductor optó por La desentienda, una solución que me parece brillantísima. En catalán fui a por la rima: La botiga que fa figa. En este idioma, algo que fa figa (literalmente, que hace higo) es que no funciona, no tira, no marcha. También es un sinónimo de desfallecer, flaquear o flojear; por ejemplo: les cames em fan figa, me flaquean las piernas.
Y ya que estamos con las tiendas, tuvimos que sortear un escollo importante en un juego de palabras que, además, estaba ilustrado y en numerosas ocasiones lo ya ilustrado no se puede modificar. En este caso: los pepinillos.
EN:
“Oh dear,” said Elliot. “That is quite a pickle.”
“Please don’t mention pickles,” sighed Finn heavily. “The owner of the corner shop is still furious with me after I made a whole jar of them disappear!
CA:
—Caram —va dir l’Elliot—. Vatua l’olla!
—No em parlis d’olles —va sospirar el Bernat Esfumat—. El propietari de la Botiga del Cantó segueix furiós perquè li vaig fer desaparèixer una olla plena de cogombrets.
ES:
—Vaya, vaya —dijo Elliot—, me dejas helado.
—No digas «helado»—suspiró Bertín Visible—. El dueño de la Tienda de Al Lado sigue furioso conmigo porque le hice desaparecer un tarro de pepinillos gigantes.
En inglés, to be in a pickle significa estar en un lío. De no haber pepinillos en la imagen o poder cambiarla, en castellano se podría haber puesto menudo berenjenal o algo parecido, pero no es el caso. El traductor jugó con helado y Al Lado en una especie de confusión fonética. Los pepinillos los conservó al final.
En catalán, para que tuviera algo de gracia, usé la expresión vatua l’olla, muy gráfica y cómica, que se emplea para denotar sorpresa, indignación y hasta enojo. Y la olla me vino de perlas para guardar los pepinillos. Ya veis, como decimos en catalán, de vegades has de fer mans i mànigues (remover cielo y tierra, darle mil vueltas a algo y hasta sacar la artillería pesada) para que encaje todo.
Por último, pero no menos importante, no olvidemos en este caso la dificultad de procurar que los juegos de magia se entiendan bien y puedan hacerse. Hubo que imprimir los materiales y practicar para estar seguros al 100 % de que la traducción funcionaba. Me consta que en la editorial estuvieron muy entretenidos jugando con el libro.
Para este tipo de álbumes también es habitual tener poco margen y un plazo inamovible. Muchas veces se envían a imprimir a otro país, sobre todo si tienen elementos extraíbles y accesorios varios, como es el caso de este libro y todos sus sobres con cartas, recortables y demás para realizar los trucos.
Así que, como veis, traducir no se hace por arte de magia.
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Libro escrito por Matt Edmondson e ilustrado por Garry Parsons para Macmillan Children’s Books. Edición al castellano traducida por Marcelo E. Mazzanti y la de catalán, por quien escribe, Scheherezade Surià, para La Galera.
El año tiene los días contados y estamos inmersos ya en las compras de última hora, sean los regalos de Navidad o los turrones para las larguísimas sobremesas que nos esperan. Así pues, para celebrar esta época festiva cerramos 2018 en el blog con un pequeño regalo: el Diccionario de variantes del español. ¿Lo conocíais? Pues es gratuito y podéis acceder desde aquí: http://xn--diccionariovariantesespaol-4rc.org/.
¿De qué nos sirve un recurso así? Es evidente que hay vida más allá del español que hablamos en España, hablar de neutralidad es muy difícil y, como traductores, debemos disponer de los recursos adecuados para entender y producir textos de calidad.
Hemos hablado con Lauro Capdevila, Catedrático de lengua, literatura y civilizaciones hispánicas, y creador del diccionario para que nos cuente qué recoge y por qué. Esto es lo que nos cuenta:
«Ya que, desde un punto de vista panhispánico objetivo, no hay motivo para considerar como normativas las formas peninsulares del castellano, se registran en igualdad decondiciones las diferentes palabras y expresiones usadas en los distintos países donde el español es lengua de comunicación corriente, incluyendo los Estados Unidos. Por supuesto, las palabras y acepciones no coinciden con las fronteras nacionales y se podría trazar una infinidad de mapas lingüísticos a escalas diferentes.
Hemos optado por el nivel nacional que, por razones prácticas, es el adoptado y homogeneizado por casi todos los medios de comunicación. Dentro de esta perspectiva, hemos intentado conformarnos a la realidad demográfica de la lengua teniendo en cuenta la fracción relativa que representa cada población hispanohablante dentro del panorama panhispánico.
Las palabras, expresiones y acepciones que constan en la obra son aquellas que un hispanohablante puede no comprender o entender de forma errónea. Por ejemplo, el vocablo “ñeque” se refiere a un animal que un español a menudo desconoce y que un argentino conoce bajo otro nombre. En ambos casos, se hace evidente la necesidad de aclarar el sentido de la palabra. Pero la palabra “roble” puede tenerse por comprendida tanto por un caribeño como por un español, cuando corresponde a dos árboles muy distintos para uno y otro. Por tanto, se han incluido la palabra “ñeque” y las distintas acepciones de “roble”». Si os fijáis se incluyen enlaces al DRAE para que obtengamos de allí la etimología y todas sus acepciones y no tener que salir de la página.
«El Diccionario de variantes del español es fundamentalmente un diccionario desinónimos y, de ningún modo, un diccionario enciclopédico. La obra no describe, sino que da las equivalencias y correspondencias para que el lector pueda orientarse perfectamente. Las definiciones sólo aparecen cuando es preciso disipar dudas. En cambio, se proporcionan entre paréntesis los elementos de contexto a menudo decisivos. Una misma palabra puede tener acepciones muy diferentes si se refiere al deporte, a los sentimientos o a la economía.
También es importante el registro de lengua que se indica como coloquial o malsonante cuando es necesario. De modo general no se mencionan las palabras, expresiones y acepciones genéricas, conocidas en todos los países. Sólo aparecen cuando la duda existe con la indicación “Todos”. Es el caso, por ejemplo, de la palabra “neumático”, dada la gran variedad de términos usados en los diferentes países para designar esta pieza automovilística».
Para terminar, Lauro nos comenta que el Diccionario de variantes del español no pretende ser un diccionario exhaustivo, sino que se trata una obra en desarrollo. «Por tanto se agradecen todas las observaciones y complementos de los lectores, cuanto más si van acompañados de citas y referencias precisas».
Pues ya sabéis, si queréis ahondar en las diferencias léxicas de las distintas variedades del idioma y tenéis sugerencias, el Diccionario de variantes del español os está esperando. Espero que os resulte útil y os espero en la próxima entrada. Mientras, no dudéis en dejar vuestros comentarios.
Y si no nos leemos antes, ¡felices fiestas y próspero 2019!
Reconócelo. Tú también lo has hecho alguna vez. Yo lo he hecho varias veces y en público.
No, no me refiero a eso. Hablo de criticar una traducción. Sea por demostrar el estupor ante algo que creemos obvio o porque pensamos que se puede sacar una enseñanza, el caso es que terminamos criticando la traducción de un compañero. Pensamos más en el error y no en la persona —al menos esa ha sido la intención que he tenido yo siempre cuando he hablado de alguna traducción— y el objetivo en teoría no es ridiculizar al traductor ni proclamar que tú o yo lo haríamos mejor. Pero lo que termina pasando es que sí ponemos el dedo en la llaga del traductor sin conocer el contexto en que se ha producido dicho error.
Os preguntaréis a qué viene esta entrada ahora. Bueno, es algo que llevo pensando desde este verano y, sobre todo, al ver lo que ha pasado con la polémica de Roma (Alfonso Cuarón, 2018). En este último caso, he visto a compañeros cebarse con algunas elecciones léxicas de la traductora, yendo mucho más allá de la crítica por el hecho de subtitular la película a nuestro español y que, en cualquier caso, es algo que no la incumbía a ella.
Este verano compartí una foto que había colgado un compañero en un foro de traducción de Facebook. En esa foto había un error muy llamativo, habían bautizado Nueva Suéter a Nueva Jersey. Es un error de los que llaman poderosamente la atención y que muchos supusieron que había sido cosa de la traductora. A mí me pareció curioso y lo compartí en mis redes sin ir más allá, sin pensar en la autora de esa traducción y en cómo se podría sentir al ver cómo degeneraban muchos de esos comentarios. Evidentemente, el gazapo estaba ahí y muy seguramente habían sido los duendes de la edición.
Resulta que esa novela se había vendido en Latinoamérica y al querer acercarla más a los lectores de allí, habían hecho un buscar y reemplazar sin cerciorarse bien de los cambios. Y así se distribuyó, sin que la traductora lo supiera. ¿Cómo lo sé? Pues porque la propia traductora lo comentó en la publicación original en Facebook, aportando incluso pruebas del texto que había entregado a la editorial. Por mi parte, me sentí fatal, eliminé esa publicación de todas las redes donde la había colgado, hablé públicamente de eso en Twitter y me disculpé personalmente con la traductora. Algunos pensaron que no pasaba nada, que tampoco había que hacer una montaña de un grano de arena, pero me puse en su piel y supe que me dolería si pasara algo así.
Muchas otras traducciones se han vilipendiado en foros y perfiles diversos sin pensar, creo, en que incluso es una manera de tirarnos piedras contra nuestro propio tejado (algo así como poner en tu web la imagen del teclado con la tecla de traducir, como si fuera algo tan fácil). Sin querer, muchas veces nosotros mismos contribuimos a esa parte del oficio que tan poco nos gusta ver: la visibilidad para mal, el fracaso de la traducción como tal. Y yendo más allá de la traducción como disciplina: todos nos equivocamos y a todos nos pueden pillar en un renuncio. Dudo mucho que nos gustara vernos en esa situación.
Y, aun así, esto mismo sigue siendo la tónica habitual en muchos trabajos universitarios, en los que, al final, el análisis de una obra se acaba convirtiendo en una crítica a la traducción de un libro, una serie o una película sin conocer los detalles que ha habido en su producción y sin tener en cuenta a los demás eslabones de la cadena. También sucede en los trabajos comparativos entre las versiones doblada y subtitulada de un mismo producto, como comenta Stavroula Sokoli en este hilo. Si no lo ha traducido la misma persona es normal que haya inconsistencias, por ejemplo, y como seguramente no tengamos acceso al traductor, no conoceremos el contexto: si el traductor disponía del guion final, si tuvo que sacar cosas de oído, si tuvo mucho o poco tiempo para documentarse habida cuenta del plazo de entrega y muchos otros factores. Ojo, no hablo de limitar la libertad de expresión, cada uno es libre de quejarse de lo que quiera, pero hay formas y formas.
Por suerte, empiezo a ver en redes cada vez más elogios a las traducciones y eso es lo que deberíamos fomentar: el intercambio de buenas soluciones. Porque de los errores se aprende, sí, pero alabar una buena traducción y aplaudir lo bueno que encontremos en ella es mucho más saludable y productivo para todos. Por mi parte ya he empezado a aplicarme el cuento.
Sabéis que, de vez en cuando, en el blog hablo de los libros que deberían estar en la biblioteca de cualquier traductor que se precie; como muestra, aquí van la primera entrega, la segunda, la tercera y la cuarta, que dediqué a los principiantes.
Pues hoy os propongo una muy especial. Los libros que veréis a continuación suelen recomendarse durante la carrera y los másteres por un buen motivo. Aunque a veces puedan parecer aburridos (sobre todo durante el grado), son fruto de años de práctica e investigación y son un buen apoyo no solo para los estudiantes sino también para los profesionales. Por ejemplo, el libro de Mossop es muy muy útil para la revisión y corrección de traducciones propias y ajenas.
¿Y por qué son tan especiales estos libros? Pues porque hasta el 28 de febrero de 2019, Routledge nos ofrece acceso gratuito para que podamos disfrutarlos desde ESTA PÁGINA.
Así que ¡leed cuanto podáis! En casos como estos, recomiendo que le echéis un buen vistazo a cada uno. Es la mejor forma de valorar si os merece la pena la inversión. De los libros más recientes solo puede consultarse en línea el 10 % del contenido, así que fijaos bien en el índice o la tabla de contenidos. Una oportunidad como pocas. ¡Aprovechad!
Decía hace un tiempo que a traducir aprendemos traduciendo y equivocándonos. El tiempo nos curte como persona y, evidentemente, también como profesionales. Por eso, hace un tiempo lancé esta pregunta «¿Qué te gustaría que te hubieran contado de esta profesión antes de empezar a ejercerla?».
Hasta la fecha, 120 personas de perfiles muy diversos (autónomos y en agencia, traductores audiovisuales y editoriales, transcreadores, correctores…) la han contestado y hoy os presento aquí algunas de estas respuestas. Dejo abierta la encuesta por si aún os queréis animar y seguiremos con más aportes en la próxima entrada.
Las respuestas no siguen ningún orden en concreto, van numeradas por si queréis hablar de ellas en los comentarios y las negritas son mías. Como veréis, hay muchas de cal y otras tantas de arena. (Ya que estamos, ¿cuál se supone que es la buena, la cal o la arena?) Esta entrada está pensada para debatir y dialogar sobre la profesión, que considero muy enriquecedor, así que no os cortéis. Y, de nuevo, gracias de corazón a todos los que habéis participado.
Empezamos…
«Puff, tantas cosas. Me hubiese gustado saber que no pasa por preguntar al PM, que por muchas dudas que les plantees (dudas razonables, claro) no va a pensar que eres un mal traductor. Es mejor preguntar que entregar una chapuza. Eso sí, no mandes correos cada cinco minuto. Si tienes muchas dudas, intenta condensarlas en un solo email». Autónoma, 1-5 años
«Que es mejor llegar a la carrera de Traducción ya curtida. Que es ideal como segunda carrera o después de haber trabajado unos años. Que hace falta una madurez que pocas veces se tiene a los 18». Autónoma, 16-20 años
«Que otros traductores no te van a ayudar con nada al principio porque te ven como un peligro». Autónomo, 6-10 años
«Lo que hay que hacer cuando tu cliente (particular, agencia, editorial…) no te paga dentro del plazo establecido y qué hacer de cara a tu cliente si te pones enfermo y no puedes trabajar». Autónoma, 1-5 años
«Me hubiera gustado que me informaran mejor sobre las tarifas, las gestiones para hacerse autónomo, las salidas laborales (por ejemplo, no tenía ni idea de que podía ser gestor de proyectos) y las asociaciones que hay y sus funciones dentro del sector». Autónomo, 1-5 años
«¡Muchas cosas! Cómo preparar un buen CV como traductora, cómo buscar clientes directos y sobre todo no desanimarse como profesional en este sector. Muchos profesores nos lo vendían como algo imposible y con mucha competencia». Autónoma, 6-10 años
«Cómo preparar presupuestos. Que existe un mundo laboral para la traducción mucho más interesante y vasto que el de la traducción pública. Tecnología aplicada a la traducción. ¡En la facultad no vimos nada de nada sobre tecnología y ahora solo ven Omega3! Diversificación y especialización. Que se puede vivir de la traducción y muy bien. Los profesores en la facultad solo repetían: “Todos quieren estudiar el traductorado pero después terminan siendo profesores porque no encuentran trabajo de traducción”». Autónoma, 11-15 años
«Elaboración de un CV y proceso de búsqueda de empleo; fiscalidad para autónomos (desde cero, o sea, en qué consiste ser autónomo y qué implica, trámites…); tarifas… Quizás mi respuesta sea muy general, pero creo que refleja que no tenía ni idea de cómo empezar en esto cuando terminé la licenciatura». Autónoma, 6-10 años
«Las relaciones interpersonales (con los clientes y con los compañeros de profesión) son tan importantes como labrarse un buen currículum. A veces, incluso más». Autónomo, 11-15 años
«Cómo defender y argumentar decisiones de traducción y a aceptar críticas también. Hacer correcciones para ver cómo se puede aprender de ellas. Y, sobre todo, que nadie te dice la parte comercial que hay que hacer, nadie te forma, ni te da recursos. Y eso es fundamental». Autónomo, 6-11 años
Temas de fiscalidad: cómo darse de alta de autónomo, cuándo es necesario que me dé de alta, qué categoría profesional me toca si estoy en plantilla, qué herramientas tengo que saber usar, cómo es el trabajo en plantilla y cómo es siendo autónomo, cómo negociar tarifas/sueldo». En plantilla, 1-5 años
«Tuve la suerte de licenciarme en la época dorada de los blogs y las conferencias de traducción: en aquel momento había muchísimo intercambio de ideas y un montón de información útil, así que me ha costado encontrar algo para lo que no estuviera demasiado preparada mentalmente. Aunque a veces escuchar las experiencias de otros no baste para evitar cometer sus mismos errores, sí que te puede ayudar muchísimo a tenerlos presentes y huir de ellos más pronto que tarde. Además, he sufrido pocos de los problemas a los que se enfrenta la mayoría de la gente al empezar, que suelen ser bastantes, por desgracia. Algo de lo que creo que durante mucho tiempo no hablamos lo suficiente es de la necesidad de bajar un poco el ritmo cuando ya llevas unos años en esto o, mejor dicho, de no forzarnos a estar siempre en activísimo solo por el miedo a perder el impulso. Creo que es muy sano darse un respiro de vez en cuando, y no hablo de disfrutar merecidamente de unas vacaciones, sino de encontrar una semana de paz sin mucho (o nada) de trabajo para analizar si estamos cómodos con nuestra situación laboral. Y no solo se trata de buscar clientes con la barriga llena, como se suele decir, sino de construirte una imagen más amplia de tu recorrido y de hacia dónde quieres (o puedes) ir. A veces nos atrapamos tanto a nosotros mismos en la rutina que podemos llegar a perder de vista por qué nos dedicamos a esto. Me gustaría haber oído más voces tranquilizadoras que contaran que no hay por qué tener miedo a cambiar si las cosas no son como esperabas: de clientes, de especialidad o de profesión, incluso. Los traductores tendemos a ser muy exigentes, y quizás a quienes más presionamos muchas veces es a nosotros mismos». Autónoma, 6-11 años
«No quiero decir que haya tenido experiencias demasiado malas, pero me hubiera gustado saber que ser traductor no quiere decir que de entrada podés traducir un catálogo de partes de autos si no sabés nada del tema, que no es lo mismo trabajar para agencias que para clientes directos (ventajas y desventajas de cada caso y las consabidas TARIFAS) y aunque sea una orientación sobre dónde buscar información confiable sobre los temas que nos afectan a los traductores». Autónoma, 6-10 años
«La contabilidad del autónomo especialmente. Pero también lo que tardan en pagarte las dichosas facturas… y lo que tienes que perseguir a los clientes para que lo hagan, como si estuvieses mendigando algo que debería darse por hecho. Se podría hacer un experimento con un traductor autónomo que nunca insiste en ningún pago y ver cuánto gana al año versus cuánto debería haber ganado. Yo apuesto que ni la mitad». Autónoma, 1-5 años
«La realidad del sector, esencialmente. Está bien que en la carrera te metan tanta práctica, porque creo que de verdad te enseñan a traducir. Cuando empecé a hacerlo profesionalmente me di cuenta de que la universidad me había enseñado técnicas que de otro modo hubiera conseguido a fuerza de porrazos, pero una charla sobre realidad no hubiera estado mal. En mi caso ni siquiera sabía que era prácticamente imprescindible ser autónoma ni sabía nada sobre facturar. Tampoco sabía cómo ni por dónde empezar a buscar trabajo y a moverme por el mundillo. No sabía ni qué tarifas pedir (y ojo, entiendo que es una profesión libre y el hermetismo al respecto, pero lo más útil que me podrían haber dicho es “menos de X te están timando”). Recuerdo a profesores reírse cuando preguntábamos por tarifas y dejarnos sin respuesta y con cara de bobos. En el caso de editorial, me hubiera gustado que me hablaran de contratos, de tarifas, de cómo funciona una editorial. Pero sobre todo de los derechos de autor, qué son, cómo nos afectan, cómo podemos ejercerlos, qué implican». Autónomo, 6-10 años
«Me habría gustado saber que se puede ser un buen traductor sin necesidad de la carrera de TeI, que a pesar de esto la formación continua es indispensable, que hay que tener la mente muy abierta porque es una profesión que cambia casi a diario, y que hace falta muchísima perseverancia para tener cierta estabilidad». Autónomo, 11-15 años
17.
«1) Guarda dinero en los tiempos buenos para cuando lleguen los malos
2) Hay veces que es mejor perder un cliente o un socio que perder la salud, la tranquilidad o la reputación
3) Aprende. Aprende siempre». Autónomo, más de 20 años
«Que para poder vivir como una persona iba a tener que facturar el triple de lo que necesito porque la fiscalidad y Hacienda iban a ser mis peores enemigos». Autónomo, 6-10 años
«Yo ya tenía experiencia previa montando empresas, así que sabía que no iba a ser nada fácil. Empezar desde cero sin que nadie te conozca es complicado y hay que echarle mucho valor, paciencia y cara para encontrar los primeros clientes. Las andaduras en solitario suelen ser muy difíciles y es necesario tener un “colchoncito” para poder ir tirando los primeros meses hasta poder abrir las alas y echar a volar. A lo largo de este tiempo, he encontrado muy buenos compañeros de profesión que no dudan en ayudarte siempre que tienen la oportunidad. Pero por desgracia, también he visto cómo clientes (agencias, clientes particulares e incluso compañeros) intentan abusar de tu tiempo y de tu esfuerzo (desprestigiando a veces tu trabajo) para obtener el máximo beneficio. Desafortunadamente, durante la carrera y el máster, los profesores te cuentan qué bonito es el mundo de la traducción, pero muy pocos conocen la realidad de la industria. Todo el mundo es muy optimista hasta que sale de la burbuja y se topa con el mundo real. Eso es lo que me hubiera gustado que me contasen: que hay cosas buenas y malas, cosas fáciles y difíciles, que hay que dar la cara, darse a conocer (y a valer) y que también lleva tiempo entrar y consolidarse en este mundillo en el que siempre tenemos cosas por aprender». Autónoma, 6-10 años
«Me gustaría que, desde el primer momento, me hubieran dicho lo importante y lo útil que es formar parte de una asociación profesional». Autónomo, 6-10 años
«1) Que cada agencia utiliza una terminología distinta para los mismos servicios y peticiones que te hacen; 2) Cómo darse de alta, hacer plantillas de facturas incorporando tarifas y estadísticas de CAT para distintos clientes y, en definitiva, llevar tu contabilidad de forma EFECTIVA; 3) Que a veces ocurren desastres y no es el fin del mundo, aunque te lo parezca en ese instante. No es ni el fin del mundo ni probablemente el de tu carrera profesional». Autónoma, 11-15 años
«Echo de menos tener más conocimientos filológicos. Aunque he leído mucho por mi cuenta y soy consciente de que sé escribir bien, dejé de estudiar gramática y literatura en el bachillerato. Y lo noto mucho en ocasiones. También echo de menos no saber nada de latín ni de griego. Me estoy planteando muy seriamente estudiar una filología para colmar esas lagunas». Autónoma, más de 20 años
«Aunque yo accedí directamente al segundo ciclo de la licenciatura de Traducción e Interpretación (año 2009) y quizá mi experiencia no sea comparable a la de aquellas personas que han hecho 4 o 5 años, lo que eché mucho de menos (aunque en ese momento quizá no fuera consciente) es que se tratara la visión más económica y empresarial de la traducción.En realidad es un mal de la mayoría de las carreras universitarias, por no decir de todas: no se llegan a aplicar los conocimientos teóricos a la realidad laboral. Me hubiera gustado que me hablaran de cómo está organizada la industria: cómo funciona una agencia de traducción, qué puestos existen, qué fases tiene la gestión de un proyecto, qué es un control de calidad, qué hay que tener en cuenta como autónomo a la hora de rentabilizar tu trabajo (productividad, plazos, impuestos, etc.), cómo hacer un plan de desarrollo como autónomo, cómo prospectar clientes, cómo elaborar un plan de marketing básico, qué documentación es necesaria para presentarte ante un cliente potencial…En resumen, nadie dice que las máximas de Grice no sean interesantes y que, por supuesto, la gramática, la pragmática y la semántica no sean imprescindibles para ser bueno en tu trabajo, pero para poder vivir de ello también te hace falta otra serie de habilidades que al final tienes que aprender sobre la marcha, una vez ya metido en harina… :-)». Autónoma, 6-10 años
«Que 30 años después seguiría costando Dios y ayuda ganarse la vida con cierta dignidad traduciendo libros». Autónomo, más de 20 años
«Me hubiera gustado que en la carrera me hubiesen hablado más del mundo laboral: de los plazos de entrega reales; cómo se cuentan (y se pagan) las palabras; cómo facturar; encargos con exigencias parecidas a las de un cliente real (adaptar el texto a una situación concreta); ver en más profundidad el tema de la revisión de textos y traducciones; aprender a usar ciertas funciones de SDL Trados. Entiendo que la carrera solo es una base sobre la que construir al terminarla y que no es posible verlo todo antes de empezar a trabajar. Sin embargo, sí que creo que es imprescindible hablar de asuntos prácticos con los que nos encontramos los traductores autónomos en el día a día, que al fin y al cabo es la opción profesional más concurrida entre los egresados». Autónoma, 1-5 años
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Y por hoy lo dejamos aquí. La semana próxima volvemos a la carga con más. ¿Qué os ha sorprendido? ¿Coincidís o discrepáis con alguna de las opiniones? ¡Espero vuestros comentarios!
En el artículo anterior vimos algunas opiniones y hoy volvemos a la carga. Treinta compañeros más nos hablan de lo que les hubiera gustado que les contaran antes de lanzarse a la piscina. ¿Nos acompañas?
26. «Que hay que moverse, seguir formándote, aprender a manejar todo lo bien que puedas tu ordenador y programas del día a día, tener contacto con compañeros y con el mundo en general… y también saber decir que no». Autónoma, más de 20 años
27. «Que hay que ser autónomo sí o sí y por tanto buscarse los
clientes uno mismo. Que por mucho que escribamos a
agencias de traducción y demás clientes potenciales, los encargos te los
pasarán los compañeros porque las agencias ni contestan. También me gustaría que alguien me hubiera explicado
cómo conseguir que un compañero más experimentado (uno de la carrera no, porque
está igual que yo) me pase trabajo: por mucho que yo siga a Scheherezade Surià
o a Xosé Castro por Twitter, o hable media hora con Blanca Rodríguez durante un
congreso de traducción, no van a pensar en mí cuando les llegue un encargo que
tengan que pasar». Autónomo, 1-5 años
28. «Me gustaría que me hubieran contado un poco sobre el mundo
laboral puesto que en la universidad uno no tiene nada de contacto con el mundo
real de la traducción: agencias, particulares, cómo abrirte camino… Además,
me gustaría que me hubieran contado algo más sobre la vida del traductor
autónomo y sobre la necesidad de apoyarse en otros traductores en determinadas
ocasiones para poder sacar el trabajo adelante: revisores, traductores
subcontratados. Por último, otra cosa que eché en falta y que he aprendido con
el trabajo diario es que me hubieran instruido un poco más sobre las distintas
herramientas de TAO que existen y qué diferencias hay entre ellas (cuáles
suelen exigir las empresas…)». Autónoma, 1-5 años
29. «Que se tardan muchos años en conseguir una
clientela estable y que no se puede olvidar que un cliente se pierde en un
abrir y cerrar de ojos». Autónoma, 11-15 años
30. «La falta de respeto generalizada hacia nuestra profesión, tanto por parte de los clientes directos como (especialmente) por parte de las agencias, que muchas veces nos toman por el pito del sereno. Como resultado de lo anterior, lo duro que es a veces conseguir clientes que no nos tomen el pelo. Pero ojo: no la cambiaría por nada. ;-)». Autónoma, más de 20 años
31. «Que era importante especializarse y que para ser autónomo hay que luchar a diario y no dar nada por sentado pues las cosas cambian constantemente. Hoy puedes tener el mejor cliente y mañana ese cliente desaparece por diversas circunstancias que están fuera de tu control. No debes aferrarte, debes ser flexible y no dejar nunca de buscar clientes y de mejorar en todos los aspectos de tu negocio. ¡Hubiera estado bien que me enseñaran a ser una verdadera empresaria!». Autónoma, 11-15 años
32. «Quiero contar cosas útiles y positivas que creo que también deben
saber los nuevos traductores. Son unas cuantas…
A modo de resumen, me hubiera gustado saber antes que debes aspirar a
dominar el idioma de destino; que tienes que seguir formándote siempre; que
adaptarse no es rendirse; que siempre queda capacidad de mejora tanto en la
práctica de tu oficio como en tus condiciones de trabajo y en tus tarifas; que
se trabaja mucho, pero también es un esfuerzo apasionante y nunca dejas de
aprender y desaprender. Y por último, pero no menos importante (yo lo descubrí
muy tarde): es muy importante y
beneficioso asociarse, colaborar con tus compañeros y aprender de ellos». Autónoma,
16-20 años
33. «Que no era necesario estudiar traducción por 5 años para poder
traducir. Aprendí mucho de lo que sé fuera de la Universidad. Me gustaría que en las conferencias y
talleres no solo cuenten casos de éxito sino también el tiempo que toma
establecerse para vivir de esto. Me hubiese gustado estudiar otra carrera y
luego haberme especializado en traducción (como maestría). Al menos en mi país
no hay cursos especializados de traducción, siempre enseñan lo mismo. Me da
bronca ver cuántos se gradúan y no trabajan en la carrera por las pocas
oportunidades que hay. Hay traductores exitosos sí, explotando otros
traductores o asociados corruptamente con el estado… Los que conocemos el
campo sabemos quiénes son, pero nadie hace nada para pararlo. Ahora me va muy
bien, tengo mucha carga de trabajo aunque me encantaría poder cobrar más para
poder tener más tiempo». Autónoma, 1-5 años
34. «Soy autónoma actualmente, pero he trabajado en plantilla (la temporada más larga, durante 14 años como traductora, revisora y responsable de control de calidad). Llevo más de 30 años traduciendo.
La verdad es que dudo que nadie (sin una bola de cristal) me hubiera podido contar todo lo que pasaría en el mundo de la traducción cuando en 1987 empecé a traducir para editoriales. Estudiaba filología inglesa pero no quería dar clases. Traducíamos con máquina de escribir y la editorial te daba las hojas de papel pautadas con el número de líneas y caracteres por página. Más adelante (ya a principios de los noventa), cuando trabajé en empresas satélite que traducían para IBM, el traductor se desplazaba a EE.UU., con todos los gastos a cargo del cliente, para el testing de los programas traducidos (así pasé dos meses en un hotel en Boca Ratón, Florida, para un trabajo que ahora se hace remotamente). Tengo una foto de 1994, yo embarazadísima de mi hijo y traduciendo con un ordenador Macintosh Classic, como autónoma entonces.
A finales de los noventa, en la empresa de traducciones donde estaba entonces, nos conectábamos a la base de datos de lo que eran los inicios de IATE una vez al día, para consultar de golpe toda la lista de términos que no habíamos encontrado en los diccionarios de papel. Eran los inicios del módem. Las traducciones de los freelance nos llegaban en un disquete (ellos mismos las traían o se enviaban por mensajero).
Después de 14 años seguidos en plantilla en otra empresa de traducción
me harté finalmente y volví al mundo autónomo. Ahora trabajo para varias
empresas de traducción y editoriales y para algún cliente directo. Recibo
mensajes desde una punta del mundo a las 6 de la mañana para enviar la
traducción el mismo día a última hora a la punta opuesta del mundo. Trabajo con
herramientas TAO, memorias de traducción e incluso ofrezco MTPE. Para mí, la cuestión no es lo que sepas
antes de empezar, sino cómo te adaptas a los cambios que van surgiendo». Autónoma,
más de 20 años
35. «- Que las empresas no siempre buscan al que lo haga mejor, sino al que lo haga más rápido o más barato, pero que eso no quiere decir que tengas que cambiar tus tarifas o tu forma de trabajar. – Que es bueno preguntar y reconocer las dudas. Mejor, de hecho, que equivocarse por no preguntar. – Que es mejor hablar de tarifas con una empresa antes de perder el tiempo haciendo pruebas que a lo mejor no llevan a nada. – Que si te das de alta como autónomo, aunque solo sea para facturar un mes, y luego te das de baja, pierdes el derecho a la cuota reducida de 50 €. – Que nadie quiere trabajar con alguien que pone problemas a todo. Si algo es importante y crees que debes decirlo, hazlo siempre de buenas maneras. Si no es importante, es mejor dejarlo correr. – Que hay que trabajar mucho, y a menudo, durante los fines de semana. – Que está bien aceptar proyectos ligeramente por encima de nuestras capacidades, para ponernos retos y crecer profesionalmente. El “ligeramente” es importante, porque si aceptas un encargo que te desborde, el resultado puede ser contraproducente. – Que nunca deberías hacer una traducción inversa, por mucho que te insista un cliente, a menos que cuentes con un revisor nativo. Si lo haces y el resultado no es bueno, te perjudicará. – Que en la traducción también existe el karma, y la crítica negativa siempre vuelve. Es mucho mejor hacer crítica positiva y constructiva». Autónomo, 1-5 años
36. «Me encantaría que me hubieran explicado correctamente los
aspectos administrativos (hacer facturas, declaraciones trimestrales, ejemplo
de mail a posible cliente…) durante la carrera, aunque fuera en un sencillo
taller, porque, al menos en la mía, nunca se mencionó. También habría estado
bien que nos hubieran hablado de las páginas o portales de empleo específicos de
traducción (ProZ, Aquarius, Translators Cafe…) no son nada difíciles de
encontrar, pero que te suenen antes de terminar es un paso más.
También me gustaría haber sabido cómo las agencias asignan traducciones que puedes perder en cuestión de segundos, si tardas un minuto más en responder que otro traductor, porque a ellos les es indiferente. En general, aspectos prácticos sobre el mundo laboral, porque todos pasamos por ello, pero en mi Universidad, al menos, ni se mencionó. Y ni hablemos de tarifas, sé que es ilegal establecerlas pero decir un simple rango o que un profesor comente lo que él/ella cobra como orientación (algo que sí hicieron —unos pocos— en mi Máster de TAV, y menos mal), creo que es muy útil. Principalmente, conocimientos prácticos del mundo laboral de esta profesión». Autónoma, 1-5 años
37. «Que es un oficio que está evolucionando muy rápido hacia la traducción automática, lo que probablemente hará redundantes muchos puestos de trabajo. La evolución se deja entrever ya, con Google translate y otras máquinas en desarrollo, la traducción neural, etc. Quizá en lo sucesivo lo más importante, además de un buen dominio de la lengua materna y las lenguas de traducción, serán el control y la gestión de las memorias de traducción. Pudiera dejar al traductor relegado a una tarea de corrección de los errores de la máquina, que seguiría «aprendiendo» con lo que podría llegar a ser perfecta.
Nada de esto vale en cambio para la traducción literaria, que es otro mundo. Lo mismo se aplica a combinaciones rarísimas, para las que la máquina no se haya desarrollado tanto». En plantilla, más de 20 años
38. «Me gustaría que me hubieran contado cómo escribir esos correos que tienes que enviar a las posibles agencias o clientes. Nunca encuentro la manera justa de dar con la frase correcta. No sé si ser demasiado formal, si mostrar las tarifas desde el principio o qué hacer. Vaya, siempre te dicen que hay que buscar clientes por correo pero nunca cómo dirigirnos a ellos». Autónoma, 1-5 años
39. «Me hubiese gustado saber que al principio convenía esforzarme por averiguar y entender cómo funcionan las agencias de traducción y cómo se debe establecer un precio justo por el servicio. Lamentablemente, límites en la divulgación de este tema en foros profesionales, sumado a la falta de instrucción acerca de este tema en escuelas de traducción, generalmente lleva a los jóvenes traductores a convertirse en presa de agencias depredadoras que no valoran el trabajo de los profesionales. También me hubiese gustado descubrir un poquito antes lo valioso que es especializarse, en lugar de aceptar todo tipo de traducciones». Autónoma, 16-20 años
40. «Me habría encantado que me contasen que tengo que empezar a moverme desde que estoy en la carrera con presencia en redes, haciendo contactos profesionales o siendo miembro de asociaciones profesionales. Que alguien me hubiera hablado de opciones de voluntariado como Translators Without Borders o los voluntariados en línea de la ONU. Considero que están muy bien para empezar, ser capaz de acostumbrarte a fechas de entrega, volúmenes altos de palabras, varios proyectos a la vez, etc. También me hubiera gustado no tener profesores que me dijeran que NO se puede vivir de la traducción y muchísimo menos de la interpretación, que no íbamos a llegar nunca a ser intérpretes o cosas así. Tampoco me hubiera gustado encontrarme con docentes que me dijeran que cobrar una económica a 11 céntimos la palabra era de locos, que había puesto un precio excesivamente caro y que nadie me iba a pagar eso. Me hubiera gustado haber tenido acceso a más charlas y talleres por parte de profesionales, con precios razonables para estudiantes (que en muchos casos no tenemos ningún ingreso salvo con lo que nos ayudan nuestros padres) y que nos acercasen la realidad de la traducción y la interpretación de la mano de personas que están trabajando en el sector, viven la realidad del día a día y conocen bien cómo funciona». Autónomo, 1-5 años
41. «Lo que más, lo que más, lo que más… Que alguien me hubiera
abierto los ojos mucho antes para decirme que se trabaja y vive mucho mejor
como autónoma que como asalariada. En fin, supongo que las cosas suceden cuando
tienen que suceder, pero me da cierta rabia haber tardado tantos años en
establecerme por mi cuenta y haber perdido (en parte) el tiempo sacando
adelante el negocio de otro a cambio de una remuneración muy discutible y unas
posibilidades de promoción casi nulas. De todo se aprende, no obstante, y
entiendo que aquel arduo camino por cuenta ajena fue el que me trajo hasta
aquí… ¡y aquí me quedo!». Autónomo, 11-15 años
42. «Lo importante que es hablar con el cliente sobre el texto: qué
es, para qué lo quiere, pues eso será determinante en el proceso de traducción.
Y junto con eso, que el cliente esté dispuesto a profundizar en su explicación,
y a responder otras preguntas que puedan surgir mientras se hace la traducción».
Autónoma, más de 20 años
43. «Que ser traductor autónomo es el mejor trabajo del mundo. Tienes tus propios horarios, puedes decir que no a las traducciones que no te gustan, tú eres tu propio jefe. Anteriormente he trabajado como traductor en plantilla y la diferencia es impresionante. También he trabajado en otros sectores y sé de lo que hablo». Autónomo, más de 20 años
44. «Las tarifas mínimas
para que sea una profesión rentable y que las tarifas tienen que permitirte
tener un plan de pensiones, ahorro, previsión, buena cobertura social, etc.».
autónomo, 11-15 años
45. «Me gustaría que me hubieran contado, por ejemplo, el abismo que existe entre la calidad de recién licenciada (a pesar de las matrículas de honor) a lo que se pide en el mercado. Me habría sido más fácil. Saber que ese aprendizaje era normal y necesario. Además, esto de no parar nunca de aprender es estupendo». Autónoma, 11-15 años
46. «No meter tanto miedo
con ser autónomo, pero habernos explicado nociones básicas de las obligaciones
que tenemos con Hacienda. También recalcar la importancia del gestor». Autónoma,
1- 5 años
47. «La longitud “máxima” que puede tener una prueba de traducción, cuándo empieza a ser sospechosa una prueba demasiado larga…». Autónoma, 1- 5 años
48. «Cómo defender y
argumentar decisiones de traducción y a aceptar críticas también. Hacer
correcciones para ver cómo se puede aprender de ellas. Y, sobre todo, que nadie
te dice la parte comercial que hay que hacer, nadie te forma, ni te da
recursos. Y eso es fundamental». Autónomo, 6-10 años
49. «Que está prohibido
hacer descuentos, pues se malacostumbran los clientes. Aunque se tratara de uno
de los primeros encargos de nuestra vida, todas esas horas de esfuerzo deben
ser recompensadas plenamente. La única excepción es que fuera un encargo para
una ONG, allí sí podría considerar incluso no cobrar». Autónomo, 1-5 años
50. «Que esta es la profesión más bonita del mundo, así habría comenzado antes». Autónomo, 11-15 años
51. «Que no me bajara los
pantalones. Me explico: hay que practicar tarifas altas lo más pronto posible.
¡Desde que he subido mis tarifas, tengo más clientes! Tiene su lógica: ofrecer
precios atractivos también deja pensar que uno tiene poco trabajo y no es tan
bueno como los demás…». Autónomo, 6-10 años
52. «Me habría gustado que
no me hubieran hecho creer que podría trabajar desde donde quisiera y con el
horario que quisiera. En la práctica, y a menos que tengas la suerte de
trabajar siempre con encargos muy grandes y plazos generosos, te toca
«sincronizarte» en cierto modo con el horario de tus clientes». Autónoma, 6-10
años
53. «Que no son
imprescindibles las redes sociales, que cada vez que una empresa cambia de
Project Manager cabe la posibilidad de que tarden un tiempo en volver a
mandarte trabajo». Autónoma, 1-5 años
54. «Que hay que comenzar
a formarse en una especialidad incluso antes de terminar la carrera, porque
esas especialidades son las que te salvan la vida y te ayudan a conseguir un
buen trabajo (por lo menos, ese es mi caso a día de hoy). Además, también me
habría gustado que me dijeran que, aunque te contraten para una rama de la
traducción específica, muchas veces acabas traduciendo otro tipo de documentos
que no tienen nada que ver con ella… Y que tener un tercer idioma, por mucho
que insistan con que es imprescindible, muchas veces no se pone en práctica
tanto como para compensar el esfuerzo realizado en aprenderlo para tener
“más salidas”». Autónoma, 1-5 años
55. «Que sí hay trabajo, pero que tienes que ser constante y perseverante. Tener mucha paciencia y saber que es un trabajo de fondo y que parte de tu trabajo es buscar trabajo». Autónomo, 1-5 años
¿Qué te han parecido? ¿Ejerces de traductor y quieres matizar algo o aportar tu opinión? ¿Eres estudiante y tienes alguna duda? ¡Te espero en los comentarios!
Sí, todos somos extraordinarios profesionales y estas cosas no nos pasan, o preferimos no hablar de ellas, pero en el fondo sabemos que errar es humano (y herrar también) y que alguna vez vamos a meter la pata.
Regla número 1 al recibir una no conformidad: que no cunda el pánico. Respira profundamente, puede que el cliente no tenga razón… o puede que sí. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Abandonamos la traducción y nos flagelamos con Gran Hermano VIP en modo bucle?
Carmina Fernández nos da algunos consejos útiles. En su época de gestora de proyectos en una agencia de traducción aprendió a seguir los siguientes pasos, que secundo totalmente:
1. Escuchar o leer BIEN la reclamación exacta del cliente. No metamos más el dedo en la llaga respondiendo en caliente a un mensaje airado. Aplaquemos los nervios iniciales y veamos cuál es la queja para poder solucionarla. ¿No se ha respetado el plazo de entrega? ¿No se ha utilizado el glosario del proyecto? ¿Hemos traducido erróneamente porque no hemos comprendido el texto?
2. Analizar la situación para comprobar hasta qué punto es cierto. ¿Tenemos su mensaje de encargo y realmente hemos entregado más tarde? ¿O se equivocó al indicar la fecha en el pedido? ¿De verdad nos adjuntó el glosario y nos hemos despistado? ¿O este nunca llegó a nuestras manos? (Por eso es tan importante revisar bien lo que nos envían) En el caso de que sea extranjero, ¿cree que conoce bien nuestro idioma y nos está modificando expresiones que son correctas? (No es infrecuente que alguien que no hable castellano tenga dudas acerca del estilo, por surrealista que parezca) ¿O bien la hemos cag… hemos cometido errores graves?
3. Actuar en consecuencia.
Si el cliente no tiene razón: habrá que demostrárselo, reenviarle el mensaje que recibimos sin el glosario adjunto o pasarle enlaces a diccionarios especializados donde vea que nuestras traducciones son acertadas. OJO: Algunas quejas pueden proceder de clientes cuyo revisor cree que añadir más rojo es sinónimo de trabajar mejor y habrá introducido cambios por cuestión de gusto y no para reparar verdaderos errores.
Bajo ningún concepto conviene enzarzarse en un «cuerpo a cuerpo» con el revisor. Puede que goce de la total confianza del cliente y enfrentarnos a él nos deje en peor posición. Bastará con confirmar que la opción del revisor es buena, pero que la nuestra también lo era y que el cambio ha sido cuestión de preferencia. Ahora bien, si el cliente aprovechara para hacernos cambiar más cosas o añadir tantas otras (algo que puede pasar tras una primera revisión), tal vez convendría cobrar ese tiempo.
Gestionar una queja de forma virtual no siempre es fácil.
Si tiene razón: le puede pasar a cualquiera, no somos máquinas, pero eso puede haber causado algún perjuicio al cliente. Por eso lo primero es disculparse sinceramente por las molestias. Quizá no ha podido colgar en su web una noticia que debía salir hoy o no ha llegado a imprenta un folleto que debería estar mañana en una feria. Lo mínimo que podemos hacer es aceptar nuestra responsabilidad.
Lo siguiente será buscar el modo de compensarle. Si aún estamos a tiempo, podemos modificar el vocabulario de acuerdo con ese glosario que habíamos olvidado. Volver a revisar nuestro texto si lo tradujimos con prisas o incluso pasarlo a un compañero si vemos que no dimos la talla para el grado de especialización que requería. Por supuesto, sin coste para el cliente. Si ya es tarde para enmiendas, dependiendo del alcance del error y del tamaño del proyecto, podemos ofrecer algún tipo de compensación.
Asumir las responsabilidades buscando una solución al problema es un buen ejercicio que nos sirve para tomar conciencia de nuestro error y, a la vez, demuestra al cliente un trato profesional. Si el problema causado ha sido realmente grave, habrá que recurrir al seguro de responsabilidad civil. Algunas asociaciones tienen convenios con aseguradoras que los ofrecen, como por ejemplo APTIC.
4. Tomar medidas para que no
vuelva a suceder. Será útil analizar por qué ha pasado y cómo evitarlo la
próxima vez: ¿Aceptamos el encargo sin mirar bien la agenda, se nos solaparon
los proyectos y hubo que traducirlos muy rápido? ¿Nos encontramos ante un texto
demasiado especializado porque no lo leímos antes de aceptarlo? Puede que esta
vez ya sea demasiado tarde y hayamos perdido al cliente, pero ya sabemos qué NO
hacer en el futuro.
¿Y vosotros? ¿Alguna vez habéis recibido quejas de un cliente? ¿Supisteis reaccionar y salir bien parados?
Sin duda, hoy es uno de los días más bonitos del año. Las calles se llenan de libros y de rosas. Pero sobre todo de libros. Y este blog no iba a ser una excepción. Llevamos ya varias entregas de recomendaciones para traductores y hoy volvemos a la carga.
La primera recomendación no es un libro en sí, sino una revista trimestral que es ya de lectura obligada para todos los que trabajamos con la lengua: Archiletras. Como se presentan en su web: «Archiletras es un medio de comunicación global y panhispánico, impreso y digital, en torno a la lengua española. Un medio de comunicación para todos aquellos que tienen la lengua como su materia profesional o como una de sus principales herramientas profesionales». Y no defrauda. Detrás hay firmas como las de Elena Álvarez Mellado, Alberto Gómez Font, Álex Grijelmo, Isaías Lafuente, Rosalía Lloret, Antonio Martín, Estrella Montolío, Rafael del Moral y muchas más.
Los tres números de Archiletras publicados hasta la fecha
Ya van por el tercer número y hasta ahora han tratado temas tan distintos como el léxico de la publicidad, el lenguaje inclusivo o la norma lingüística (primer número); la lingüística forense, los términos económicos que nos ha dejado la crisis o las olvidadas mujeres lingüistas hispano-americanas (segundo número); la enseñanza del español, el auge de la caligrafía o el sesquipedalismo (tercer número). En definitiva, temas para todos los gustos que harán las delicias de todo aquel amante de la lengua que se precie.
En la web puedes adquirirlos por separado por 10 € cada uno o suscribirte. Chivatazo: hoy, Día del Libro, tienes cuatro números por ese precio.
La segunda recomendación es el delicioso libro de Amelia Pérez de Vilar, Los enemigos del traductor. Elogio y vituperio del oficio, editado por Fórcola. Su misma solapa es toda una declaración de intenciones:
«Los traductores han sido históricamente acusados de ser
unos traidores. Si a los editores Goethe los enviaba directamente al averno,
por ser hijos del diablo, aquellos siguen siendo condenados a un infierno peor:
el del olvido.
Amelia Pérez de Villar, escritora y traductora, aborda en
este apasionado e intenso ensayo una reflexión lúcida y comprometida con un
oficio que, sin renunciar al rigor y la profesionalidad, considera artesano. No
es una profesión apta para simples titulados en traductología —“el diccionario se
queda siempre corto”—, sino para iniciados con horas de vuelo, para los que la
vocación no deja de ser aliada de la experiencia, la sabiduría, el instinto y
la cultura. Un trabajo oscuro, solitario y discreto, que hoy más que nunca,
tras su reconocimiento legislativo, exige respeto y un pago justo. Soldados de
fortuna, los traductores se enfrentan a múltiples enemigos: la invisibilidad;
el permanente silencio de la crítica —apenas ocupa una línea citar al traductor—;
la falta de reconocimiento, tanto profesional como social; el intrusismo; la
inseguridad laboral; los ingresos exiguos; y hasta la tendencia al “aplanamiento”
de ciertos editores.
El proceso de traducción nunca es recto, liso ni unívoco. En tiempos de velocidad desquiciada, el trabajo de traductor requiere tiempo, arqueología lingüística, y hasta investigación anticuaria. Con todo, aunque el traductor todavía sea en muchos casos un mal necesario, para muchos editores contar con un buen profesional es una inversión y una garantía de calidad. Estas páginas son un intento de dignificar esta profesión que tan dura es de aprender y de ejercer —reservada sólo a quienes le profesan amor y respeto, quienes sienten pasión por el lenguaje—, y sin la cual Babel nos ganaría la partida».
Con mucho sentido común, Amelia nos desgrana las bondades de este oficio, y las que no lo son, en un retrato fidedigno de nuestra profesión. Si queréis saber algo más, podéis leer aquí una reseña muy completa.
Podéis adquirirlo en la web del editor, pedirlo en vuestra librería de confianza o hasta en Amazon.
Por último, pero me he dejado lo mejor para el final, La profesión del traductor e intérprete: claves para dar el salto al mundo laboral, que edita Ediciones Trea con la coordinación de Purificación Meseguer Cutillas y Ana María Rojo López, de la Universidad de Murcia, y que firman también otros compañeros de la profesión. Un manual completo, sincero y muy directo para los traductores noveles que se enfrentan al dilema de «¿Y ahora qué?» al acabar los estudios de Traducción e Interpretación.
¿Qué vamos a encontrar en él? En el primer bloque, Marta Navarro y Juan Goberna nos hablan de los posgrados y másteres que se pueden cursar al terminar TeI y los congresos, seminarios y demás actividades que puedan complementar la formación recibida durante el grado y puedan preparar al recién licenciado para su entrada al mundo laboral.
En el segundo bloque, enfocado en el perfil profesional,
Laeticia Abihissira nos habla de cómo presentarnos como traductores en internet
para empezar a buscar clientes. Itziar Hernández hace hincapié en las bondades
de las asociaciones de traductores e intérpretes, lo que estas pueden hacer por
nosotros y, sobre todo, lo que nosotros podemos hacer por ellas.
El tercer bloque aborda los primeros pasos que podemos dar
como profesionales: cómo iniciarnos en el sector privado (Inmaculada Vicente),
cómo acceder a la traducción editorial (Miguel Ros) y cómo conseguir los
primeros encargos en las industrias creativas como la subtitulación, la audiodescripción
y la transcreación (Marina Ramos, María Olalla y María Monje). En este bloque
podemos encontrar trámites para ser autónomos, consejos para hacer facturas, métodos
para buscar clientes y trucos para abordar las pruebas de traducción.
Por último, en el cuarto bloque encontramos consejos variados
para ejercer la profesión. Ana I. Foulquié aborda el uso eficaz de las memorias
de traducción y nos explica los diversos tipos que podemos usar, tanto gratis
como de pago. Nieves Flutet nos habla de la ortotipografía y la corrección de
estilo y hasta nos incluye una chuleta con atajos de teclado útiles. María
Ángeles Orts trata las fuentes y los recursos para documentarse y nos da
algunos enlaces útiles. Paula Cifuentes pone el broche final con la productividad
escribiendo sobre aquellas técnicas y herramientas que nos pueden facilitar la
tarea.
En definitiva, si estáis a punto de terminar la carrera o
hace poco que salisteis al mundo laboral y no termináis de tener las cosas
claras, este es vuestro libro.
Igual que en el libro de Pérez de Villar, podéis encontrar este libro en la web del editor, pedirlo a vuestro librero o encontrarlo en Amazon.
***
Espero que os hayan gustado las recomendaciones de hoy y para terminar con buen sabor de boca, ¿qué os parece un sorteo*? Entre todos los comentarios que dejéis en esta entrada hasta el domingo 28 con vuestra recomendación literaria (sea la que sea), elegiremos uno al azar que ganará este estupendo lote de libreta, libretilla de pósits, bolsa de tela, broche de madera reciclada con el típico panot de Barcelona y el librazo de Meseguer y Rojo. ¡Comentad, compartid la entrada y mucha suerte!
*Válido solo para España. Los resultados se comunicarán el lunes mediante respuesta en el mismo comentario. ¡Estad atentos!
De entre todas las consultas que pueden llegar durante la semana de compañeros, las más habituales son: «¿Qué hago al acabar el grado?», «¿Cómo capto clientes?», «¿Por dónde empiezo?». Es normal. Sales del grado con ilusión y caes en los brazos de la incertidumbre y la inseguridad, pero créeme que esa sensación de ir como pollo sin cabeza la hemos tenido absolutamente todos en algún momento.
Y en realidad no hay una fórmula mágica —¡ojalá!—, pero cada uno intenta apañarse como puede con los consejos que le dan, los libros que lee (la semana pasada os recomendaba uno coordinado por profesoras de la Universidad de Murcia) y como buenamente puede, vaya. Por eso, aunque desde este blog he hablado muchas veces de encontrar trabajo, al final todo tiene un matiz personal y he pensado que sería buena idea dar voz a los recién egresados para que nos cuenten cómo llevaron ellos los primeros meses de actividad y cómo se las han apañado para ganarse las habichuelas.
Este es vuestro blog también y espero que a lo largo de estas semanas encontréis trucos e ideas que os ayuden si ahora mismo os encontráis en esta situación. Hoy empezamos con dos testimonios bastante distintos, los de Carla Bataller y Javier Rebollo. ¡Vamos allá!
Salí del máster llena de ilusión y energía: quería comerme el mundo, empezar a traducir libros y vivir de la traducción literaria. Pero aquello duró poco, porque mi impaciencia me obligaba a conseguir resultados inmediatos, y eso es complicado. Hay que currárselo mucho y persistir. Así que empecé a enviar currículos a todas partes. Y cuando digo todas, es todas: desde agencias de traducción hasta empresas de cualquier sector. Al final, conseguí mi primer encargo de traducción unos nueve meses después de salir del máster: localizar una página web sobre reproducción asistida al inglés y al francés.
Aquello salió todo lo mal que
podía salir. Pero aprendí muchísimas cosas de esa mala experiencia y, sobre
todo, me dio fuerzas para seguir. Ese verano conseguí trabajo como
subtituladora en una empresa grande y estuve trabajando sin parar. Una cosa
llevó a la otra y, de repente, en cuestión de un año tenía un currículo decente
en subtitulado. Pero no estaba traduciendo libros, que era lo que yo quería.
Después de idear mil y una formas de llamar la atención de algún editor, había desistido. Mi presencia en redes se centraba en hablar de subtitulado y de autoras. Por esa época, organicé un proyecto para dar mayor visibilidad a las mujeres que escriben. No ganaba dinero con aquello, pero me permitió conocer a muchas personas que acabarían siendo amigas mías y a muchas autoras de las que disfrutaría durante mis ratos libres. Y, de repente, llegó el correo.
Ese correo me cambió la vida. Provenía de una editorial independiente que aún no se había dado a conocer y en él me pedían presupuesto para traducir la obra de una escritora que a mí me gustaba mucho. No me conocían de nada, pero habían visto en las redes que era feminista, hablaba de autoras y me dedicaba a la traducción. Me hicieron una prueba y hala, contratada. «¡Ya tengo mi primer encargo editorial! Y ahora, ¿qué hago?». Pues envié más y más currículos, hasta que tuve otro golpe de suerte y una editorial me contrató. Y así hasta ahora.
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? La primera: que os lo curréis, siempre, aunque tropecéis. La segunda: que no todo depende de vosotros, porque la suerte también juega un papel importante en esto. La tercera: haced y hablad de lo que os apasione.
*Podéis encontrar a Carla y hablar con ella —es un encanto— en su blog, enviarle un correo o seguirla en twitter.*
Si bien se suele decir que la profesión del traductor autónomo es una carrera de fondo —de hecho, lo es y hay momentos en los que se precisa de mucha paciencia—, tuve suerte y me fueron surgiendo oportunidades y clientes poco a poco pero pronto.
Mi primer año de autónomo, en realidad, comienza antes de darme de alta. Si había que hablar con alguien, me acercaba o le mandaba un mensaje. No tiene sentido el miedo a preguntar y a charlar. Todos la cagamos, pero, gracias a la solidaridad de este gremio, aprendes a no caer en los mismos errores.
Las prácticas con Fernando Castillo me sirvieron para aprender muchísimo, pero lo más importante fue conformarme un porfolio interesante con el que presentarme a los estudios de doblaje y las agencias de traducción. Aproveché el tironcillo del TFG para presentar los resultados en el SELM, lo que me valió algo de visibilidad, y pude hablar con un montón de profesionales de la traducción. La ponencia luego me brindó la oportunidad fortuita de impartir clases en el máster del ISTRAD con la Universidad de Cádiz. Ahora cumplo mi primer año de autónomo cofundando AMPERSOUND con unos compañeros bastante más experimentados que yo y a los que admiro profundamente.
Como veis, una cosa ha terminado llevando a otra. Nada de lo que uno hace es en vano aunque pueda parecerlo a corto plazo; todo cuenta.
En definitiva, mis ingredientes para sobrevivir han sido hacer prácticas profesionales, ser consciente de mis fortalezas y mis carencias, compartir desde el respeto, asistir a congresos, preguntar sin miedo y aprender cada día de los mejores.
*Podéis preguntarle más cosas a Javier en su perfil de Twitter o por LinkedIn.*
¿Qué os han parecido? A mí me han llamado mucho la atención las ganas y el empeño de estos dos primeros testimonios. Empezar a moverse antes de acabar el grado y no desfallecer ante las negativas o los silencios es esencial.
Y, como veis, aunque algunos puedan pensar que las redes sociales no sirven de mucho, la buena visibilidad (en el caso de Carla en cuanto a feminismo y cuestiones afines) y el contacto con compañeros del gremio del que hablaba Javi siempre tienen cosas buenas. Al fin y al cabo todos deben saber a qué nos dedicamos y no está de más empezar a tejer una red de contactos cuanto antes.
Nos despedimos por hoy. Volvemos la semana que viene con más testimonios. Si quieres contar el tuyo y explicar tu experiencia, escribe a: info@las1001traducciones.com. ¡Gracias!
Volvemos a la carga esta semana con dos compañeros más que nos contarán cómo han llegado hasta aquí, lo que les ha funcionado… y lo que no. María Cárcamo es traductora audiovisual y hace también sus pinitos en literaria; Iago se dedica sobre todo al testeo lingüístico de videojuegos. Veamos qué se cuentan.
Estudié Filología Francesa y
luego hice el Máster de Traducción Audiovisual del ISTRAD y la Universidad de
Cádiz. Durante el Máster, cometí el
error de pagar —sí, pagar— a una empresa que se dedicó a enviar mi CV a diestro
y siniestro a un montón de agencias de traducción de todo el mundo, con correos
electrónicos genéricos y repetidos y sin ningún tipo de valor, claro. Fue un
fracaso absoluto y no lo recomiendo en absoluto.
Una de las empresas que recibió
mi CV de esa forma —una de más de 500, creo recordar—, se puso en contacto
conmigo, hice una prueba y empecé a trabajar con ellos mientras aún estaba en
el Máster. Eran poquillas cosas, pero me sirvió para seguir aprendiendo de
otros campos, ya que era una empresa de localización de apps y páginas web.
Al finalizar el Máster, hice las prácticas en BBO Subtitulado, donde aprendí muchísimo y pude conocer el mundo real de la TAV. Pero cuando se acabaron, volví a no saber qué hacer con mi vida. La empresa de localización seguía contando conmigo, pero no era suficiente para darme de alta, ni para vivir. Así que empecé a enviar el CV a más empresas, esta vez con correos personalizados a la persona encargada —cuando sabía quién era la persona encargada— y explicando qué es lo que me había llamado la atención de ellos y por qué quería que colaborásemos. Tampoco obtuve grandes resultados.
Hasta hace un par de años, cuando
alguien en Facebook comentó que en el estudio de doblaje en el que trabajaba,
necesitaban traductores. Empecé a colaborar con ellos en seguida y, hoy en día,
son el cliente que más trabajo me envía, prácticamente a diario.
Twitter también fue bastante importante para mí porque, aparte de conocer a muchísimos colegas traductores con los que compartir penurias y alegrías, una editorial contactó conmigo tras haber leído el famoso hilo que escribí. Me dijeron que habían leído mi Twitter más a fondo y que mi forma de expresarme y de ser les había gustado mucho y que creían que encajaba perfectamente con un libro que tenían pendiente de traducir. Y me lancé a la piscina, por supuesto. Fue toda una responsabilidad y tuve momentos de mucha ansiedad, pero disfruté muchísimo y espero que este dé pie a muchos otros libros más.
El enviar el CV, en mi caso, no
ha sido de gran ayuda. En definitiva,
creo que lo que mejor funciona en el momento que vivimos ahora, es el boca a
boca y el networking. Es mucho más
fácil que contacten contigo porque alguien ha hablado de ti, o porque te han
leído en redes, que por enviar un CV que se perderá en una bandeja de
entrada, por muy personalizado que hagas el correo. No digo que no haya que
hacerlo, ojo. De hecho, lo sigo haciendo. Pero hay que tener la suerte y la
puntería de que sea tu correo el que deciden leer, y no otro. ¡Ay, la suerte! Es muy importante en esta
profesión, aunque no más que la perseverancia y el trabajo duro. Hay que
insistir muchísimo, atreverse a dar el primer paso, aunque sepas que no
buscan traductores en ese momento, y echarle cara, por qué no decirlo. Hay que
saber venderse muy bien, yo aún estoy aprendiendo.
En definitiva: hay que estar en continuo movimiento y conocer a toda la gente que puedas; hay que insistir y no tener miedo a ser pesado y, por último, creo que la presencia en redes, actualmente, es muy importante. Aunque no hables exclusivamente de traducción, nunca sabes quién te está leyendo y cuándo puede necesitar que traduzcas algo de que tú eres experto porque es una de tus mayores aficiones.
¡Mucha suerte!
*Podéis encontrar a María en su web o en LinkedIn*
Al
momento de terminar la carrera, ya tenía claro que me quería especializar en el
ámbito de la localización de videojuegos. De hecho, mi trabajo de fin de grado
consistió en traducir un pequeño juego y mis prácticas de empresa fueron con un
traductor de videojuegos. Tras la carrera, estudié un máster donde impartían
materias relacionadas con este ámbito y, a un mes de terminarlo, el profesor
que llevaba mi TFG me habló de una oferta de trabajo como tester lingüístico (LQA)
de videojuegos en una empresa de Dublín. Decidí intentarlo, hice la prueba y
entrevista correspondientes, me contrataron y me mudé a Irlanda para mi primera
oportunidad laboral.
Al principio todo era un poco raro, muchas cosas nuevas y muchas tareas a las que no estaba habituado, pero con tiempo y práctica acabé cogiendo ritmo y adaptándome a todo. Cuando finalizó mi contrato a los 4 meses, decidí quedarme un mes en la ciudad buscando otra empresa en la que trabajar, fuese de lo mismo o de traductor. A las 3 semanas, y tras enviar varios currículums a diversas empresas repetidas veces, ya fuese a través de portales de búsqueda de trabajo o en las propias webs de las empresas, me contactaron de una compañía para trabajar de tester LQA de videojuegos. De nuevo, hice la prueba y entrevista pertinentes y me acabaron contratando.
Al
tener ya cierta experiencia, la adaptación fue mucho más sencilla. En esta
empresa estuve algo más de año y medio, una etapa en la que aprendí muchísimo,
hasta que decidí dar el salto a la traducción de videojuegos de forma autónoma,
momento en que me volví a mi tierra natal. No obstante, poco antes de volver,
se había puesto en contacto conmigo una empresa de revisión de software a
través de LinkedIn para trabajar de forma autónoma. Tras una exhaustiva prueba,
tal vez la más difícil de mi vida hasta ahora, conseguí el trabajo, algo que
compaginé durante unos meses con mi trabajo de oficina como tester.
Una vez
había vuelto a mi tierra y me había dado de alta de autónomo, comencé a buscar clientes peinando la red.
No obstante, a mayores de los clientes que encontré de esa manera, hubo uno que
fue recomendado a través de un antiguo compañero italiano de mi época como
tester, al cual le había comentado mi idea de hacerme traductor. A este le
gustó mi idea y siguió el mismo camino que yo, y me comentó que uno de los
clientes que había encontrado buscaba traductores de español, por lo que
contacté con ellos y conseguí el trabajo tras pasar la prueba correspondiente.
Del mismo modo, otro amigo traductor, esta vez español, me comentó que estaba
en un proyecto donde necesitaban a un traductor más, por lo que contacté con
ellos para hacer la prueba y conseguir el trabajo.
Por estas cosas, es importante llevarse bien con los compañeros de profesión y ser sociables, así como mantener actualizado vuestro currículum y vuestro LinkedIn, ya que nunca sabes dónde puede surgir una oportunidad laboral o quién puede necesitar vuestros servicios. Por último, quiero destacar que es importante confiar en uno mismo y darlo todo. Es la mejor forma de afianzar clientes y oportunidades, tanto en el trabajo como en la vida personal.
Algo que comentan estos dos compañeros y que me parece esencial es el factor más humano del llamado networking. Quizá es algo que al principio cuesta más crear, pero doy fe de que, a la larga, muchos trabajos os pueden llegar de los compañeros. Alguien oye que buscan a un traductor; un amigo no puede hacerse cargo de una traducción determinada y pasa vuestro contacto; una colega se va de vacaciones y os deriva trabajo, etc. En definitiva, ser proactivos y fomentar el compañerismo solo tiene ventajas.
María habla también de su hilo que se hizo viral y que le abrió las puertas de una editorial. Twitter (o las redes en general) es un escaparate más. Hay quienes lo utilizan solo para cuestiones profesionales, para otros es un desahogo puramente personal y un tercer grupo combina ambas cosas. No hay un método infalible y creo que, en el fondo, hay que ser auténtico y conectar con la gente. Yo también he conseguido trabajo gracias a las redes sociales y sin buscarlo activamente (otras veces sí, claro). Como todo, no son la panacea y sin un buen trabajo detrás solo serás fachada, pero si puedes meter la patita por tu forma de explicar las cosas, por tus tuits o tu blog, aprovéchalo.
Espero que os hayan gustado estas experiencias. Si os apetece, podéis dejar un comentario aquí mismo o enviar vuestro testimonio a info@las1001traducciones.com.